ENTREVISTA A DANIEL ROY

Daniel Roy, asesor externo de Rayuela, ha accedido gentilmente a transmitir sus ideas en torno a unas preguntas que le hemos planteado.

Daniel Roy es psicoanalista en Bordeaux, Francia, es miembro de la ECF y de la NLS, delegado de la NLS y de la AMP para Europa del Este. Tambièn es psiquiatra, pero a nosotros nos interesa especialmente porque se desempeña como Secretario General del Instituto del Niño de la Universidad Jacques Lacan.

Daniel, nos interesa saber cómo piensas, a partir de tu práctica y tu recorrido, el lugar que hoy tiene el psicoanálisis con niños en el mundo y también en el mundo del psicoanálisis. Nos referimos a su práctica, pero también a la investigación y transmisión.

Para responderles partiré del diagnóstico hecho por JAM en su intervención "El niño y el saber" pronunciada durante la primera Jornada de estudio del Instituto del Niño: "El niño es el sujeto a educar", y precisa: "No se trata de nada menos que de la producción de sujetos. Se trata siempre de reducir, de comprimir, de dominar, de manipular el goce de aquel a quien llamamos niño para extraer de allí un sujeto digno de ese nombre, es decir un sujeto sujetado".

Esta voluntad, que no es nueva, avanza hoy a cara descubierta, con la contribución de diversas técnicas, desde el coaching "leve" hasta la reeducación comportamental "dura".

Esta producción de los sujetos es "una cuestión de poder" - prosigue JAM - entre familia, estado y medios. Hay, alrededor del niño, una lucha feroz que se despliega a la vez en el mercado de los ideales, incluso de las ideologías, y en el mercado de productos. Por ejemplo, en el campo de los sufrimientos modernos, asistimos, alrededor del niño autista, a la tentativa de conexión entre ideologías cientistas, estrategias comerciales de venta de "Métodos de reeducación precoz" y de un intenso lobby mediático elaborado por agencias especializadas en campañas.

Preguntémonos: ¿Por qué entonces estas campañas y este lobby continúan, al cabo de una decena de años, apoyándose en la misma retórica que acusa al "psicoanálisis" de "culpabilizar a los padres" e infiltrando todas las estructuras de atención de salud?

Estos vendedores y comunicadores modernos no se equivocan al tener esa estrategia: si el psicoanálisis es atacado así, es porque para los padres y los profesionales constituye un recurso ante métodos ineptos de domesticación y de "gestión de las emociones, del stress y otros comportamientos-problema"; pues, desde su creación, el psicoanálisis acoge lo que no es educable y toma forma insurreccional, sea en el cuerpo hablante –el síntoma- , o en el cuerpo social –bajo otras formas sintomáticas. Así, hoy es localizable con más claridad el frente de batalla entre la American Psychiatric Association, de un lado, que intenta, en sus últimas versiones del DSM, fundir en un mismo todo los síntomas del cuerpo hablante –sufrimientos y quejas del sujeto- y los síntomas del cuerpo social –que vienen a perturbar el modo capitalista de producción de ciudadanos-consumidores y, del otro lado, los psicoanalistas que, con Freud y Lacan, continúan haciendo existir en el presente la grieta que el descubrimiento del inconsciente ha abierto en la subjetividad. ¿Pero cuántos regimientos tiene el psicoanálisis para esa batalla? Muy pocos, teniendo en cuenta las fuerzas que se le oponen, pero muchos, teniendo en cuenta el arte experimentado de cada uno de sus "agentes"; arte que han aprendido "en su cuerpo" (según dice Freud en el prefacio a la obra de August Aichhorn Jóvenes abandonados) como para saber utilizar la división subjetiva en todos los niveles en que ella se manifieste: Detrás de los bellos discursos de la afirmación de sí, la hiancia del ser; detrás de los preceptos morales más estrictos, el pequeño goce vergonzoso; ante las desgracias crueles del destino, la acusación impiadosa del otro.

El psicoanálisis, cuando se aplica en niños que sufren, es como una placa sensible en la que se imprimen estos restos ineducables que los psicoanalistas y los practicantes analizados consideran con todo el respeto que a esos restos les es debido, pues ellos son, precisamente, la parte del sujeto que escapa a la sujeción total al otro y que devienen, así, la parte más preciosa.

Hoy podemos, gracias a la Orientación Lacaniana impulsada por JAM, definir precisamente el lugar que ocupa el psicoanálisis con niños. Este lugar se define estrictamente como los tiempos y lugares en que psicoanalistas e intervinientes "analizados" acogen los sufrimientos, las quejas, las diversas perturbaciones del tiempo de la infancia como síntomas, aislando, con el niño y sus padres, las palabras que traen y los objetos que cuentan. Ciertamente, solo la cura analítica con el niño permite demostrar cómo esta operación muerde en lo que, en el síntoma, se manifiesta como menos o como demasía, como déficit o exceso. Firmes en y por ese saber surgido de su propia experiencia, educadores, docentes, personal de salud, profesionales o padres tienen el poder de hacer existir estos lugares en los que el saber del niño y su síntoma son respetados.

Corresponde a las Escuelas y a las redes del Campo Freudiano dar a estas experiencias la audiencia que ellas merecen y hacerlas trascender más allá.

¿Qué nos puedes decir sobre cómo impactan en la práctica analítica con niños, las sorpresas incluso los escándalos, que produce la asociación de la ciencia, la técnica y el mercado? Por ejemplo, llegan niños en edad escolar que dicen a sus padres que no irán más a la escuela, porque lo que quieren saber lo tienen en Google. No se trata sólo del impacto en la práctica analítica. La vida misma de los niños y su lugar en el mundo, ha cambiado.

Efectivamente, las "Marcas" han tomado fácilmente el lugar de las insignias del ideal para los jóvenes; los diferentes gadgets se benefician con la complicidad de los trayectos pulsionales para volverse cuasi extensiones corporales; la destreza exigida por los videojuegos han encontrado apoyo en el superyó para imponer su desenfreno y gula cotidianos, para pena de los padres. El acontecimiento del síntoma que yo señalaba como el objetivo primero del psicoanálisis ha sido a menudo sustituido por un "acontecimiento de goce" buscado como tal y que satura la subjetividad. Se constata algo, sin embargo: este exceso de goce que vino a agregarse al cuerpo parlante y lo hace callar, debe localizarse, nombrarse, gastarse de alguna manera. Lo que puede conducir a un joven a lo peor e inscribirse en el cuerpo y en lo social con trazos estragantes, resulta ser también una posibilidad para quienes están lo suficientemente conectados con su deseo y sus plus de goce como para hacer valer ante el niño que vale la pena el volver a conectarse con los ideales machucados de sus padres , el volver a poner en juego con un nuevo partenaire los diversos objetos de su "mobiliario pulsional" personal y el no consentir a dejarse regular por una voluntad de goce desencarnada.

Hay una fuerte competencia, y los niños de este siglo están confrontados con responsabilidades nuevas; ahora que ya no están protegidos por "la infancia". Razón de más para no abandonarlos.

Hemos leído con interés la experiencia en el Laboratorio búlgaro Crecer sin padres, a partir de tu texto ¿Cómo finalizar?, que fue publicado en castellano por la Editorial Grama, en el volumen « La práctica lacaniana en instituciones ».

¿Qué pudiste extraer sobre los impasses del niño hoy y sus arreglos? Podrías contarnos algo más sobre el "método búlgaro", como lo llamas en ese texto?

Me enseñó muchas cosas a mí y a los colegas que me acompañaron y siguieron en esta aventura.

Voy a contarles la historia de "La princesita de los broches". Es una niñita que fue abandonada en un orfelinato, doblemente abandonada: por sus padres y por quienes debían ocuparse de ella. Es así que, cuando cumple 4 años, es descubierta por el nuevo personal que dirige la institución: no sabía caminar ni hablar. Su único compañero era el piso, con quien intercambiaba alguna señal sonora. Comenzamos a ocuparnos de ella; ella acepta, y esto es un milagro, pues si bien no ha perdido toda esperanza en la especie humana, el piso tiene toda su preferencia; es su refugio. Un día, una enfermera decide subir con ella a la terraza, allí donde se cuelga la ropa lavada. Hay lindo clima, es primavera, hay que aprovechar! La niñita jamás dejó su piso y su sala, nunca vio el cielo, con sus nubes y su sol por sobre su cabeza, nunca ha sentido el soplo del viento en su piel. Entonces grita, se agarra a la persona que la lleva en sus brazos, sus ojos se trastornan, sacude la cabeza intensamente. De repente, maravilla! Entre ella y ese cielo tan vasto, tan azul, se aísla un objeto extraño y admirable hecho de dos pedazos de madera bien unido por un trozo de alambre. Un broche sujeto al alambre, que había quedado allí casualmente, cuando entraron, hace un momento, la ropa seca.

Ella tendió la mano, la enfermera se dio cuenta de la importancia de ese encuentro, y hete aquí el broche tibio en el hueco de la manecita. Ya no grita. Desde ese momento la niñita tiene un objeto de usos múltiples: con el broche raspa el piso, lo lleva cuando va a comer, se sirve del broche para pellizcar a los otros niños y hacerlos gritar. No se separa de él. Últimamente todos están un poco hartos del asunto, pero ¿qué podemos hacer? Si se la sacamos aúlla, entra en crisis, horror!

La enfermera nos cuenta del hallazgo, ante Sofía, rodeada de sus colegas y de otros colegas de otros orfelinatos. Primer acto: la bautizamos "Princesita de los broches". Tal será su nombre durante el tiempo en que esté en el orfelinato . Buscamos con la gente que trabaja en la institución cómo domesticar este terrible broche, cómo enseñarle a comportarse como un broche educado. Esto es bastante complejo pues hay un estado dañino del broche, cuando está separado en dos pedazos de madera, y otro estado "pellizcante" del broche cuando ya no está dividido. Elaboramos una dialéctica: los broches enteros estarán a su disposición en la terraza, con la lavandera, a quien la princesita vendrá a ayudar. Habrá un único broche escindido, que será preciosamente guardado en un pequeño sachet como un tesoro privado, sustraído a la avidez de los pequeños semejantes.

La enfermera transmite a la niñita su nuevo nombre, adoptado por el equipo; cada una de las personas que intervienen en la institución se sorprende hablándole a un broche para enseñarle a comportarse y a la princesita para que cuide los broches. Ahora camina y habla. Ya no sabemos qué otra cosa ha sucedido con la princesita de los broches. Ella nos enseñó que una nominación nueva, el enganche "adictivo" a un objeto prevalente son susceptibles de movilizar el goce uno, invasor y paralizante, para difractarlo en pedacitos, y que una vez que el sujeto adopta ese proceso, entonces los "trumains" presentes son capaces de poner un grano de arena para complicar el sistema y de poner su grano de sal para agrandar suficientemente la lengua como para acoger una princesita de broches.

¿Por qué no intentar con otros nombres y otros objetos?

Daniel Roy, psicoanalista en Bordeaux, Francia, miembro de la ECF y de la NLS, delegado de la NLS y de la AMP para Europa del Este. Secretario General del Instituto del Niño de la Universidad Jacques Lacan. Asesor externo de Rayuela.

NOTAS

  1. Neologismo homófono que Lacan introduce en su Seminario 25 (17/1/78). Les trumains es homófono en francés de l´étre humain, el ser humano en castellano. En él resuena también el trou – agujero – del inconsciente y los agujeros del cuerpo.