PALABRAS
_Gisela Smania

Para ensayar una semblanza de Alejandro, basta acercarse al trazo de su producción escrita y captar en ella el estilo, siempre inquieto, a la hora de explorar los alcances del psicoanálisis con niños y adolescentes.

Tres palabras insisten en su escritura, casi a porfía, decididas a acompañarlo “a lo largo de su trayecto de formación”, tal como él se encargaba de señalar: la dignidad, el antidestino y la invención.

La primera, apunta -sin más- a la posición sensible del analista, atento a atrapar en el decir del niño un hecho de discurso. La segunda, con la poética que encierra, designa con precisión una orientación política. Y la tercera, constituye una apuesta no sólo para el analizante, sino para los propios analistas, impelidos –al decir de Alejandro- “a reinventarse y a reinventar el psicoanálisis, para estar a la altura de su tiempo”.

Portador de una alegría y una irreverencia suficiente como para subvertir todo discurso que haga del niño presa del Ideal y el imperativo, Alejandro ha sabido animar con su transmisión los campos de discusión que importan para nuestra práctica, desde distintos puntos de inscripción. Su nombre propio y su disposición al lazo han formado parte del movimiento hacia la Escuela y de la gesta en el Campo Freudiano, como referente ineludible del Psicoanálisis con niños. Contamos hoy con la marca de lo que puso a jugar a favor de una causa, esa que toca de manera singular a cada uno y que nos reúne en nuestra especial comunidad de solitarios, para labrar sus paradojas.