NUEVAS MODALIDADES DEL AMOR AL PADRE
_Piedad Ortega de Spurrier

La época actual marcada por un matrimonio entre la ciencia y el mercado ha hecho más evidente no sólo la caducidad de la figura del padre, tal como la conocía la tradición, cuya función de tercero en la diada madre e hijo producía por un lado la interdicción entre ellos, pero también un mundo nuevo y más amplio que el niño en su "curiosidad" producto de la presencia de un resto de goce enigmático que lo mantiene en una búsqueda de "algo" que insiste en un mundo que se le abre a nuevas experiencias y que las estrategias del consumo intentan, de forma cada vez más seductoras, a taponarlas.

"El niño es el padre del Hombre", expresión del poeta William Wordsworth en su poema de 1802 "Mi corazón da un salto" remarca la experiencia de alegría y asombro en la infancia, emociones que esperaba mantener en su vida adulta. La pedagoga María Montessori, (1870-1952) quien no era ajena al discurso de Freud, con quién al menos sostuvo una correspondencia epistolar[1] hace evidente, que en el camino de su experiencia temprana de trabajo a sus 28 años, con niños que se encontraban aislados en hospitales psiquiátricos, aluden a las marcas imborrables de la infancia en la vida posterior de los sujetos. Ella llega a la conclusión que la educación debía sostenerse desde el amor y el respeto, para subrayar que la "curiosidad" del niño es el motor de la construcción de su mundo.

¿Dónde encuentra un hijo a un padre hoy? es cierto que sólo en la singularidad del uno por uno, podremos encontrar las respuestas. Freud, en el caso de Juanito nos enseña, por un lado sobre los embrollos en la diada madre-hijo cuando el tercero, en este caso el padre, se encuentra en dificultades para ejercer su función. En otros casos, simplemente no existe encarnado en alguien porque no manifiesta el deseo de hacer efectiva esa función.

Este historial clínico publicado por Freud en 1909[2], nos transmite las incidencias de un tratamiento que tiene una particularidad: el trabajo analítico fue realizado a través del padre del niño, a propósito de la fobia que éste presentaba. Llama la atención que desde su posición analítica animaba al progenitor a poner atención a las preguntas del niño, intentar responderle y valorar sus efectos. Pero más parece que Freud enfatiza el que Juanito sea escuchado con atención en sus exploraciones, sin abundar en respuestas que obligan al niño a construir sus propias teorías, sobre la vida, la muerte y la sexualidad. Es ese interés particular del padre por las hipótesis del niño, lo que le permite la libertad para construir su neurosis infantil.

En ese sentido, y por razones diversas, un psicoanalista y un educador valoran la curiosidad infantil producto, como una semilla fecunda en el advenimiento a una existencia viva de un niño.

Lacan (1969-70) se hará eco de dicha frase cuando asevera "si se ha podido advertir que el Psicoanálisis nos demuestra que el niño es el padre del hombre, es precisamente porque debe haber en alguna parte, algo que allí en el niño haga mediación, y es precisamente la instancia del amo en tanto viene a producir un significante, no importa cual después de todo, el significante amo".[3]

Una pequeña historieta dice algo de esa mediación en un niño que perdió a su padre a la pronta edad de 3 meses, en una cruenta guerra. Retorna con su madre a su país de origen, sumida ella en un hondo dolor por un duelo sin fin, en tanto su esposo fue por muchos años considerado "desaparecido" y dedicada totalmente a su pequeño niño. Por fortuna un gesto, acompañado con un cálido abrazo y unas palabras dichas por el patriarca de la familia producen una marca de vida en el pequeño. "Hasta llora diferente". Este comentario le permitió a este, no sin avatares, separarse de su madre y hacerse un porvenir "diferente", rasgos que marcan sus elecciones de por vida.

Desde el psicoanálisis, ese reanimado deseo de vida se sostiene porque las exigencias pulsionales de la sexualidad infantil no desaparecen, siempre queda un goce descentrado de la organización fálica, se trata de un remanente que permanece disperso, un cierto toque de real que habrá que hacer resonar en la experiencia analítica con los niños, siempre animado por un querer saber a partir de la inconsistencia del Otro, por el deseo del analista. Saber leer esas marcas de goce en el cuerpo, desde los tres registros RSI le puede permitir al niño en la experiencia analítica enredarse un poco menos en el devenir de la vida, apoyado en su singularidad y su diferencia.

Así, un padre es alguien que tiene un deseo que no es anónimo para un niño, que sostiene sus enigmas y puede acompañarlo en esas construcciones, también se encuentra pere-versamente orientado hacia una mujer, cuyos hijos constituyen sus objetos.

Destacamos que ese lugar o esta función también puede ser ocupada por diversas personas en distintos momentos sin olvidar que cada una de ellas, también tienen una historia previa desde donde acoge al niño en sus enigmas, encuentros que hacen surgir el amor en tanto es acompañamiento que lo encarna alguien, aun cuando puedan hacer surgir, de tiempo en tiempo malentendidos distancias o diferencias que si bien pueden ser penosos, también permiten nuevas invenciones de orden sintomático o contribuyen a las configuraciones fantasmáticas. Así la función del padre, más bien se articula al fracaso del Nombre porque ciñe lo imposible que se pone en juego.

Si la ciencia moderna intenta cada vez más hacer del padre sólo un espermatozoide hecho a la medida de quien lo solicita y lo paga, habría que pensar qué deseo habita en ese sujeto al momento de solicitar una vida de quién tomará por hijo. ¿Desde qué cuna de lenguaje, discurso del Otro abrigara su existencia? ¿Podrá el niño desprenderse de esos abrigos para construirse otros que admitan también que son un poco ajenos para sí mismo y que en los nuevos encuentros admita en los otros, que también en ellos existe algo imposible a encontrar? Así Éric Laurent (2016) plantea ¿Quién podría saber de qué bizarría del goce nació? El origen mítico que sustenta a las ficciones no impedirá jamás que cualquiera se interrogue en ese punto, que ninguna versión sobre el origen pueda resolver, del misterio del ¿Quién soy? Redoblado por la imposibilidad de ser causa de sí mismo[4].

Para Éric Laurent (2020) ser padre no es una norma, es más bien un acto cuyas consecuencias no pueden ser previstas de antemano, ya que lo que se pone en juego es lo inconmensurable al modo de una apuesta pasional. En consecuencia, más allá de las normas encontramos que la filiación contemporánea remite a un deseo particularizado cuyo producto es el niño.

Podemos también preguntarnos hoy:

En la experiencia de un análisis llevada a su término ¿qué queda del padre? Una pregunta que formulamos al interior de un grupo de trabajo para el X Enapol sobre "Vigencia del amor en las configuraciones familiares actuales".

Surgió una respuesta: "quedan sus marcas". Toca a cada uno inventar con esos residuos, restos fecundos impregnados de un "realismo sin ilusión," pero con la alegría de poder contar con apuestas renovadas.

NOTAS

  1. Freud, S. - Epistolario -Carta 178 - A MaríaMontessori Diciembre de 1927
  2. Freud, S. (1909), Análisis de la fobia de un niño de cinco años: Caso Juanito, en Obras Completas Tomo II, Editorial Biblioteca Nueva. Madrid Tercera edición.
  3. Lacan, J. (1969-70), El seminario 17: El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 2012, pp. 131-132
  4. Laurent, É., (2016) "El análisis de niños y la pasión familiar", Enlaces 22. Publicación del Departamento de estudios psicoanalíticos sobre la familia-Enlaces, Grama, Buenos Aires, pp. 102-108.