¿QUÉ LUGAR PARA EL AMOR AL PADRE?
_Gabriela Basz

Entrevista con los padres de Daniel, de 12 años. Hablan de la escolaridad del niño contando que no se alfabetizó durante primer grado, estando además bastante aislado en ese tiempo. Las cosas mejoran al cambiarlo de colegio. Allí la directora les dice que "Daniel es como un arbolito que necesita más agua para crecer". La frase los tranquiliza. Hace hasta tercer grado y repite cuarto. Sigue con dificultades escolares y en la relación con sus compañeros, por eso consultan. Les pregunto por el "aislamiento". La madre dice que quizás se sintió desplazado por el nacimiento de su hermana. Se angustia y dice esperar de un tratamiento que Daniel pueda vivir un poco mejor.

El padre, por su parte, sostiene: "se tiene que poner las pilas", "es un boludo", "no sé cómo ser padre de un hijo varón, es el único que tengo". Resuena en su decir los efectos de lo que nombramos, con Lacan, "evaporación del Nombre del Padre".

A partir de lo que me enseñó este caso y otros, intentaré ubicar distintas versiones del amor al padre a partir de la última enseñanza de Lacan, particularmente a partir de las fórmulas de la sexuación.

En primer lugar, el padre de la excepción, quien por decir "no" a la lógica fálica, funda el universal: Desde allí, para todo serhablante opera la castración, el efecto de lalengua sobre el cuerpo del viviente. Mito del origen, padre de la horda primordial. Padre amado y odiado hasta su asesinato en el banquete totémico.

De lo anterior se desprende el padre del Edipo, ya que una vez instalada la lógica fálica a partir de la excepción, el sujeto se orienta en relación al Nombre del Padre. Aquí ubicamos al padre de los tres tiempos del Edipo. Amado, figura rival y de identificación y, sobre todo, quien instala la castración vía la función del padre. Es decir, ubicado en el lado derecho de las fórmulas de la sexuación: perversión polimorfa del macho que hace de una mujer la causa de su deseo.

Recordemos que ya en el Seminario 17 Lacan se preguntaba qué intentaba disimular el mito de Edipo, en tanto mito del padre como fundador de todo lo que hay. Responde así: "Desde el momento en que entramos en el discurso del amo, desde el momento en que entra en el mundo ese discurso, lo que hace – de alguna manera- es obturar, reprimir, el hecho de que el padre está castrado"[1].

Pero es interesante indagar la posibilidad de un amor al padre ligado al lado femenino de las fórmulas de la sexuación. Aquello que la indagación de lo femenino en Lacan permite ir pensando. La transmisión de un decir no anónimo, singular. Que pueda dar lugar a la contingencia. Un padre que puede ir más allá de su fantasma en el amor. Una transmisión no-todo fálica. O, mejor dicho, más allá de la impostura fálica.

Es conocida la referencia de Lacan del Seminario 22:

"Un padre no tiene derecho al respeto, si no al amor, más que si el dicho respeto, el dicho amor está pere-versement orientado, es decir hace de una mujer objeto a que causa su deseo. De lo que ella se ocupa es de otros objetos a, que son los hijos, junto a los cuales el padre sin embargo interviene –excepcionalmente en el buen caso- para mantener en la represión, en el justo medio decir, la versión que le es propia por su perversión. Pere-versión, única garantía de su función de padre, la cual es la función del síntoma"[2].

Podemos hacer la distinción entre el derecho al respeto siguiendo la vertiente edípica, el lado macho de las fórmulas de la sexuación y el amor pensado desde la lógica del lado femenino de dichas fórmulas. El padre del amor es el padre del "justo medio decir sobre su goce", orientado por una trasmisión no anudada a la lógica fálica. Cuya trasmisión impacte en el lazo posible entre el goce del Uno (la dimensión autoerótica) y el Otro. Transmisión de un amor en tanto afecto que entusiasma, que anima al cuerpo. En este punto se emparenta con el amor de transferencia: un amor advertido de que en las diferentes formas que cobra "lo que hay" (afectos, pulsión, amor, angustia…) está la huella de "lo que no hay". No hay relación sexual, no hay lo que resuelva la no relación. Pero hay diferentes modos que cobra el amor.

Miller interroga esta perspectiva en su curso "La fuga del sentido", particularmente en las clases X y XI. Plantea que la elaboración de Lacan acerca de la sexualidad femenina, nos aporta acerca de cómo a partir del goce del Uno hay Otro. El goce es goce del Uno: no hay relación con el otro sexuado más que suplementaria. Para la mujer (en relación al lado femenino de las fórmulas), es decir, para el goce femenino, se trata de otra cosa que de buscar en el partener los objetos a; goce suplementario respecto del goce fálico. Goce del cuerpo más allá del falo. Un goce que comporta cierta apertura al Otro, un goce mezclado con el amor, pero con un amor no narcisista. Entiendo que sobre este amor hay que indagar en las nuevas formas identitarias, en la época de la evaporación del Nombre del Padre.

Daniel, invitado a hablar, se refiere a su familia. Dice llevarse mejor con su familia materna porque en la familia de su padre no hay amor. Por eso casi no los ve. A él le gusta el fútbol, pero a su papá no, y lo carga cuando quiere jugar o verlo por televisión. Le parece que cuando nació la hermana la relación con el papá empeoró y empezó a estar solo. "No me siento hermano mayor… siento que no tengo poder sobre mi hermana". Daniel presenta un hablar entrecortado y movimientos disarmónicos en su cuerpo. Los chicos en el colegio lo joden, dice. También cuenta en sus sesiones (en principio muy breves porque se levanta con inquietud y quiere irse) que le cuesta mucho concentrarse y estudiar.

La madre pide una entrevista para contarme que ha decidido separarse del padre de Daniel. Hay malestar en la pareja hace tiempo, le molesta el maltrato hacia su hijo. Dice, además, que es un hombre transgresor, que sale con otras mujeres, se droga, vive de ella y apenas trabaja.

Daniel cuenta que sus padres se han separado. Está enojado con la mamá, dice, porque es quien tomó la decisión. Le pregunto por su interpretación acerca de la separación y la relación entre los padres. "En la familia de mi papá no había amor y él se crió allí" ¡Qué será ese amor que hay y no hay!!, casi grito.

Alentado por la analista, comienza a estar dos veces por semana solo con su padre (sin la hermana). El lazo se reanuda (¿o anuda?) desde otro lugar: el dibujo. Pasión del padre, comienza una trasmisión inédita. Resulta que Daniel "también" descubre que dibuja muy bien.

Podemos arriesgar que el análisis habilitó el amor al padre. A un padre que, por fuera de cualquier prejuicio, se hallaba inhibido en sus posibilidades de transmisión.

Daniel ha comenzado a acercarse a algunos de sus compañeros de clase, pudo terminar su séptimo grado sin mayores dificultades, su hablar es más fluido. ¡Y las sesiones las corta la analista!

NOTAS

  1. Lacan, J. El seminario. Libro 17, El reverso del psicoanálisis. Ediciones Paidós. Barcelona. 1992. Pág 160.
  2. Lacan, J. El seminario. Libro 22. "RSI", inédito. Clase del 21-1-75.