Hacia la 7ª Jornada del Instituto Psicoanalítico del Niño
PADRES EXASPERADOS - NIÑOS TERRIBLES
_Daniel Roy

Este es el título que Jacques-Alain Miller nos propone para nuestra próxima Jornada del Instituto Psicoanalítico del Niño.

Es un título que sigue las tendencias de la época, no es acartonado. Hace resonar una realidad muy cotidiana que concierne a las relaciones de los padres y de los niños del siglo. Nos concierne también en tanto estos nos implican. Este título nos compromete a inscribirnos en el filo de la interrogación de Lacan al final de su enseñanza, en diciembre de 1976: "¿Es, si o no fundada, esta relación del niño a sus padres?" [1]

¿Cómo se funda para Nina, de 4 años, que viene a consultar «porque no escucho a papá y mamá», dice? Ellos dicen de su hija «que tiene ataques». Grita y arroja sus objetos, «un verdadero tornado». Castigar, hablarle, nada da resultado, «no escucha directivas». La mamá se culpa de haber «dañado a su hija» y señala las dificultades de Nina para separarse de ella en cualquier circunstancia.

Y para Majencio, de tres años y siete meses, que no deja de enojarse, ¿qué ocurre? « ¡En la familia no se lo puede manejar, quiere organizarnos! ». Ya de bebé, sus gritos eran insoportables para sus padres, que no podían calmarlo. Majencio permanecerá durante los primeros encuentros, muy pegado a su madre, en un uso sin límites del cuerpo de ésta. ¿Majencio no tendría un objeto transicional? « ¡Pero soy yo! », responderá su madre. De estos dos encuentros y de muchos otros, se deduce una perspectiva precisa: los ataques, los enojos, el niño que no escucha, que los padres no pueden manejar, mientras se agotan en el intento, podemos considerar todo esto como el principio organizador de la familia. Más aún, estos significantes, y otros, se han convertido realmente en lo que funda una relación directa y sin mediación del niño a los padres, en tanto que estos significantes realizan una aglutinación de los cuerpos presentes y concentran la atención y la libido de todos.

No es la familia la que está en crisis, es la crisis la que se encuentra en el fundamento mismo de la familia: este es el nuevo principio de la familia posmoderna. El «Niño-terrible» aparece como condensador de goce para cada uno. Todos al borde de la crisis de nervios. Este es el caldero en el que estamos invitados a zambullirnos.

Familias/ Transmisiones

La familia del siglo XXI ya no es la llamada familia tradicional o patriarcal, ni la familia conyugal del siglo pasado. Es una respuesta nueva al enigma de la transmisión que está en el corazón mismo de esta «formación humana».

En 1938, en su texto "Los complejos familiares en la formación del individuo", la "familia moderna"[2] es para Lacan el producto "de una profunda remodelación"[3], que no es en absoluto una simplificación hacia una unidad social elemental (papá, mamá, hijos), sino "una contracción de la institución familiar"[4] "bajo la influencia predominante del matrimonio"[5] y adopta el término de "familia conyugal"[6], extraído de Durkheim.

Esta remodelación tiene como consecuencia directa hacer aparecer una dimensión totalmente distinta de la transmisión, que Lacan subraya en 1969, en su "Nota sobre el Niño": "La función de residuo que sostiene (y al mismo tiempo mantiene) la familia conyugal en la evolución de las sociedades pone de relieve lo irreductible de una transmisión que es [...] una constitución subjetiva, lo que implica la relación con un deseo que no sea anónimo"[7].

La transmisión ya no es aquí transmisión automática de un nombre y de una autoridad. No existe más que ligada a un deseo, en tanto encarnado, sea por la vía de una falta, sea por la de la nominación en la palabra. Hay aquí un cambio de "eje de la función significante vinculado al término familia"[8].

En esta configuración, si trazamos dos círculos que se recubren en parte, y si inscribimos en uno de los círculos los dos significantes «padre» y «madre», y en el otro el del «niño», entonces podemos escribir en su intersección, con el significante «deseo» los dos nombres de falta y de nominación. Ya se percibe entonces lo que se trama en este lugar, a la vez guión y espacio de separación, donde vendrá a alojarse el síntoma del niño, como Lacan indica en la continuación de la "Nota sobre el niño".

Pero la familia está ya inmersa en el baño de nuestra civilización, donde los objetos derivados de la tecnología, los objetos plus-de-goce, han tomado autoridad y dictan la ley a todas las formas del ideal. El goce es lo primero. En uno de sus últimos seminarios, el 10 de junio de 1980, titulado por J.-A. Miller "El malentendido", Lacan extrae las consecuencias y evoca "dos hablantes que no hablan la misma lengua [...] Dos que se conjuran para la reproducción, pero de un malentendido consumado"[9] y que, al dar la vida, transmiten este malentendido. Se trata aquí de un malentendido que se refiere al goce y que se arraiga en el "balbuceo//farfulleo de los ascendientes" del que el cuerpo nuevo del hablante participa. El anuncio de nacimiento es el balbuceo donde se aloja el goce, mal-entendido por estructura. Entonces pongamos en uno de los círculos «dos hablantes», dejemos «niño» en el otro, e inscribamos en la intersección el goce rodeado de su malentendido y del balbuceo. Lo real del goce viene así a «imprimirse» por debajo de la trama del discurso y a dar una nueva perspectiva para el síntoma, la de un real irreductible entre padres y niños que los une y los separa, "un punto "de eso no se habla ""[10] presente en cada familia.

 

Familias/ Disfunciones

He aquí, pues, la familia residuo actual: un conjunto constituido por la reunión, en sentido matemático, de dos conjuntos, el de los «padres», de dos hablantes, por un lado y el de los «niños» por otro. La intersección está constituida por lo que tienen en común, a saber, malentendido y balbuceo sobre el goce de los cuerpos, transmitido por la vía de los deseos encarnados, en el mejor de los casos. Esta estructura es suficiente para dar cuenta de la increíble diversidad sociológica de las familias actuales, y de la gran variedad de tipos de padres y de tipos de niños que agrupan, como lo constatamos en nuestras prácticas. Pero lo que pasa inadvertido, es que «familia» ya no es un significante dado de antemano en tanto inscrito en lo simbólico, ya sea por la filiación o por la alianza. Esta inscripción es la parte que concierne a cada uno de los parlêtres, en tanto que hace o no existir la función significante de la familia allí donde se impone su función de goce, esta disyunción hace a menudo aparecer en primer plano la función imaginaria de la familia.

Es en esta inconsistencia de la familia postmoderna en cuanto a lo simbólico, que se abalanzan los discursos de ayuda a la parentalidad, y de refuerzo cognitivo y conductual, para rastrear allí los disfuncionamientos. Ellos vienen a sostener hoy los ideales familiares explotando la brecha inevitable entre el «niño-perfecto» y el «niño-terrible», entre el niño-falo prometido por el ideal y el niño-objeto, ser de goce. Esta división golpea a una mujer o a un hombre cuando se convierten en «padre» o «madre». Viene a «exasperar» en cada uno de ellos la tensión entre la plusvalía que hace esperar el acceso a estos significantes amos y el efecto de castración, que se registra como pérdida, si no es como falta.

De no ser tomada a cargo por un decir singular, esta división, entonces sentida como insoportable, se proyecta sobre el niño que toma los atributos de un ser engañoso y cuya presencia cuesta tiempo, energía, dinero, etc. El coaching parental, las ayudas a la parentalidad, en tanto prácticas de discurso, aseguran el «servicio posventa» de la agencia-amo de la familia: poner palabras sobre un sufrimiento, dar sentido, aprender a manejar las emociones, según la vulgata corriente. Estos sintagmas han ocupado ya su lugar en el discurso corriente, al igual que algunos términos «pseudocientíficos» elaborados por los expertos. Sustituyen a los significantes particulares que se transmiten en la lengua que se habla en ese grupo familiar, hacen consistir los lazos de dependencia.

Se encuentra así oculto, en esta zona de alienación significante, lo que circula como deseo y lo que se deposita del goce en juego, para cada uno de los partenaires. En efecto, es en esta intersección que se funda el menor proceso de separación, desde el destete de la primera infancia hasta las tumultuosas caravanas de la adolescencia.

Está en juego la posibilidad para un niño de descifrar las coordenadas del lugar que ocupa para sus padres como "causa de su deseo" y como "desecho de su goce"[11]. Este descifrado, un niño lo hace con los significantes que extrae, que toman el valor singular del goce pulsional que los lastra. Es la función privilegiada del juego del niño, que anuda, alrededor del objeto indecible, los pedazos del cuerpo, las briznas de goce y los fragmentos del discurso. Este objeto es la válvula que abre, entre-abre o cierra, el espacio para una separación.

Cuando este objeto no tiene lugar subjetivamente como causa del deseo y resto de goce, se encarna en el niño-terrible, que «no escucha nada», «hace lo que quiere», «tiene ataques», «impide dormir a todo el mundo». Los consejos de orientación parental así como los diagnósticos de tipo médico, vienen a añadirse a las quejas de los padres y a las manifestaciones sintomáticas del niño, y desencadenan el poder de angustia del objeto a. Esta presencia no-reconocida, que atormenta el síntoma del niño-terrible, viene a interrogar a cada uno de los padres sobre "la verdad de la pareja en la familia"[12], exaspera el lugar que puede tomar un niño "como objeto a en el fantasma"[13] de cada uno. Esta presencia aterroriza también al «niño-terrible», bajo diversas formas fantasmáticas y de pesadilla.

Así, el disfuncionamiento no es lo que se cree, no se refiere ni a una mala organización de los roles parentales o de las relaciones entre padres e hijos, ni a un mal funcionamiento de una función psíquica o cognitiva. El disfuncionamiento consiste en no querer saber que la familia es ya un modo de tratamiento del goce de los cuerpos hablantes en presencia, que no responde a ningún ideal, sino que es más bien del orden de una «religión privada», de la que ignoramos todo cuando nos encontramos con padres y niños, y de los que tenemos mucho que aprender acerca de las reglas que se aplican, los ritos que se celebran, los pequeños dioses que allí reinan. Más fundamentalmente, tenemos que aprender la lengua que allí se habla, su gramática, su vocabulario. Estamos más cerca por ello de la posición del niño, intentando descifrar los enigmas, contabilizar el valor del goce de las palabras, de los actos y de los objetos que circulan, y devolver a cada uno la parte que le concierne. Descomprimir "la familia holofrase"[14], en cierto modo, sin cuadrícula de evaluación, ni modelo ideal.

 

Familias/ Bévues (Equivocaciones)

Contrariamente a la evidencia antropológica, parece que la familia no responde en modo alguno a una lógica de lo universal y que ya ha entrado en una lógica del no-todo. Esto condiciona nuestra acogida de los síntomas de los niños y de las quejas y preocupaciones de los padres. Ya no podemos plantear como principio de nuestra intervención que para todos los seres hablantes, la familia es una función, con lo que implica que exista una, el padre, la madre, o el pariente, o incluso el experto o el coach, que sería el fundador o el sostenedor, y por lo tanto se exceptuaría. Hay que añadir que el propio niño está a menudo situado por los padres en el lugar del que funda la familia. Sabemos por experiencia que todas estas configuraciones producen efectos posiblemente devastadores para los miembros de esta familia.

Partimos, pues, de otro punto de vista, planteando que no existe ser hablante que no sea de una familia, lo que abre entonces muchas perspectivas para todos los que tienen problemas con su familia o que se consideran «sin familia», pero también para todos los demás. Para cada niño, mimado o abandonado, hay allí posibilidades de «bricolaje». Respondiendo a una lógica del no-todo, la institución «familia» ofrece otros recursos: para el niño, los de ser no-todo dependiente de las identificaciones familiares, no-todo dependiente del amor, filial y parental, es decir, poder explorar las caras menos amables. Esto vale también para sus «partenaires en el juego de la vida», padre, madre, padrastro, madrastra, y otros «familiares».

Tal vez ahora tenemos la palabra y el espíritu más libres para confrontarnos al niño-terrible, el hiperactivo, al disfuncional (dys),al que muerde, al que no duerme, y a sus padres exasperados, enloquecidos o desesperados. Podemos seguir aquí el desarrollo que hace J.-A. Miller en su curso «Piezas sueltas» del 19 de enero de 2005, sobre la "prosecusión del psicoanálisis en la época aligerada"[15]. Pone en valor que frente a esta "maestría aligerada" que pretende reconducir la particularidad del sujeto a un universal, el psicoanálisis no tiene que entrar "en competiciones en cuanto al poder terapéutico"[16], en la medida en que, con Lacan, es el único que tiene en cuenta el lugar del objeto a, tanto como causa del deseo, como plus-de-goce, pero también como consistencia lógica, como un real "producto de lo simbólico"[17]. Nos anima a tomar un punto de vista "pragmático y bricolador"[18] que consiste en buscar con los sujetos los significantes, los S1 que "ayuda a volver legible el goce"[19]y que por ello "puede ayudar a volver legible la historia"[20].

Pero todas las situaciones que encontramos no responden a esta dialéctica que permite instalar "el aparato de descifrar"[21]del psicoanálisis. Hay algunas para las que tenemos que considerar que, en el corazón de la exasperación de los padres exasperados y del terror de los niños terribles, se aloja "un goce ilegible"[22] , que no puede sino quedar «letra velada» lo que quiere decir que tenemos que respetarla en este lugar, que no tenemos que intentar reducirla, anularla, interpretarla.

Así, tenemos que tener en cuenta esta «economía del goce» propia de una familia.

Con este fin, el uso del término de bévue, de la Une-bévue[23](una-equivocación), introducida por Lacan en su Seminario 24, nos es aquí precioso, en tanto amplía el concepto del inconsciente freudiano, poniendo el acento en la huella de un pasaje: algo ha ocurrido, en un instante sucedió. Une-bévue, no hay nada más cercano, en el hablante ser, para hacer signo del acontecimiento contingente. No son significaciones nuevas que se trata de aislar, sino, a partir de une-bévue, "el retoquecito que cada uno da a la lengua que habla"[24]. Lacan indica que "no hay nada más difícil de captar que este rasgo de l´une-bévue, así es como traduje el Unbewusst, que quiere decir inconsciente en alemán. Pero al traducido por l´ une-bévue, quiere decir completamente otra cosa: un estorbo, un tropiezo, un deslizamiento de palabra a palabra"[25]. La Une-bévue es un rasgo, que Lacan iguala al rasgo unario, como la única cosa que hace Uno en un mundo donde "esos todos no tienen ningún rasgo en común"[26]. El único rasgo en común es estar marcado por el rasgo de la une-bévue. ¡Las «tonterías» de los niños, sus tropiezos diversos, encuentran allí una luz renovada!

Entonces, esto nos interesa mucho, porque nos pone en el mismo plano con la taxonomía de los trastornos de la infancia: trastorno del lenguaje, de la atención, disforia de género, trastorno de las conductas, del comportamiento, trastornos de los esfínteres. Estas son todas las grandes funciones del cuerpo hablante, ya ordenadas por el discurso biopsicosocial de la OMS[27], todas las cuales caen bajo este rasgo de la une-bévue. El «desorden» es un rasgo de une-bévue, pero acogido, sin el auxilio de un velo sobre la letra, por alguien que se confiere el atributo del saber, y por ello impide al Uno escondido en el rasgo de la une-bévue ir en busca de su Otro. Es, en efecto, la única manera de saber que no estaba ya escrito, y por lo tanto, que no hace destino.

Para nosotros, esto abre a dos maneras de hacer: acoger como rasgo de une-bévue los diversos desórdenes, trastornos, a partir del momento en que son tomados en un discurso, y permitir así que estos significantes se emitan hacia otros significantes. Es la invención del inconsciente en el sentido freudiano, siempre actual. Pero la otra maniobra, que podemos designar con una palabra que Lacan toma prestada del pequeño Hans, "consiste en servirse de una palabra para otro uso que para el que estaba hecha, se la arruga un poco, y en el arrugamiento mismo reside su efecto operacional"[28]. Así, sea que se retuerza para detener la hemorragia, sea que se apunte al relámpago, es el efecto al que a veces alcanza la poesía o el chiste.

Les propongo que retengamos de este recorrido que el guión[29] entre padres-exasperados y niños-terribles no atañe ni a la dimensión de la transmisión, ni a un veredicto de disfuncionamiento, sino que no es otra cosa que este rasgo de une-bévue que barra a la familia. Esta une-bévue que, sola, puede fundar la relación del niño a los padres y de los padres a los niños, que con Lacan nos interrogamos al principio. La bévue contra la norma, sí es posible.

Texto pronunciado el 13 de marzo de 2021 al término del 6º Jornada del Instituto del Niño.

Editado por Frédérique Bouvet e Isabelle Magne
Traducción: Celina Coraglia

NOTAS

  1. Lacan J., "El sistema tórico y el contra-psicoanálisis", El Seminario, libro 24, inédito. Clase del 14 de diciembre de 1976.
  2. LACAN, J. "Los complejos familiares en la formación del individuo". Otros Escritos. Paidós. Buenos Aires, 2012. P. 36
  3. Ibid.
  4. Ibid.
  5. Ibid.
  6. Ibid.
  7. LACAN, J. "Nota sobre el niño". Otros escritos. Op. Cit. P.393.
  8. LACAN, J. El Seminario, libro 5, Las formaciones del inconsciente. Paidós. Buenos Aires.
  9. LACAN, J. "El malentendido". El Seminario, libro 27, Disolución, inédito, clase del 10 de junio de 1980.
  10. MILLER, J.-A. "Cosas de familia en el inconsciente". Mediodicho, Revista de Psicoanálisis N° 32. Año 11. Córdoba, agosto de 2007. P. 19.
  11. Miller J.-A., « Prefacio », en Bonnaud H., El inconsciente del niño. Del síntoma al deseo de saber. Gredos. Madrid. 2014. P .16.
  12. Lacan, J. "Nota sobre el niño". Otros escritos. Op. cit. P.393.
  13. Ibid. P.394.
  14. Cf. Laurent É., "Institución del fantasma, fantasmas de la institución" en Hay un fin de análisis para los niños. Colección Diva. Buenos Aires. 2003. P. 188.
  15. Miller, J.-A. Piezas sueltas. Paidós. Buenos Aires. 2013 P. 102.
  16. Ibid.
  17. Ibid. P. 109
  18. Ibid. P. 115
  19. Ibid.
  20. Ibid.
  21. Ibid. P. 114
  22. Ibid.
  23. Lacan, J. El Seminario, libro 24, clases del 10 y 17 de mayo de 1977
  24. Lacan J., Le Séminaire, livre XXIII, Le sinthome, texte établi par J.-A. Miller, Paris, Seuil, 2005, p. 133.
  25. Lacan, J. "Hacia un significante nuevo". El seminario, libro 24. Clase del 17 de mayo de 1977. En Revista COLOFON, FIBOL, Enero2005, p.37.
  26. Ibid. p.37
  27. La OMS elabora y difunde «una familia de clasificaciones» para definir las dos dimensiones de los estados disfuncionales y de los comportamientos disfuncionales: por un lado la CIM, Clasificación Internacional de Enfermedades, por otra, la CIF, Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud, disponible en el sitio de la OMS. (https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/42418/92425422_fre.pdf)
  28. Lacan, J. "Hacia un significante nuevo". El seminario, libro 24, op. cit. P.39
  29. NT. Trait d'union tiene dos acepciones, guión y enlace. El autor equivoca los dos sentidos.