INCIDENCIA DE LA TERCERIDAD EN LAS RELACIONES INFERNALES EN EL ACONTECER DE LA ADOLESCENCIA
_Adela Fryd

Trabajaré sobre aquellas adolescentes niñas que sostienen con sus padres una relación infernal, centrada en la agresividad permanente, con un constante enfrentamiento lleno de reproches, celos e insultos; efecto violento que entorpece y obstaculiza la vida cotidiana.

Se trata de un vínculo que se especulariza en cadena, orientado por una relación imaginaria -uno o el otro- en la que no hay posibilidad alguna de responsabilizarse por los actos.

Esta lucha imparable con los padres se exhibe como una denuncia permanente. Si bien es con ambos padres, la dependencia e insurrección es con la madre. Un niño puede ejercer violencia sobre uno de sus padres, pero, este punto es paradigmático de la relación madre-hija.

En este amor-odio hay algo insostenible. El mismo se reencuentra con un goce ilimitado, donde la pulsión de destrucción se confirma.

Tomaré dos casos, en el primero la consulta se desencadena cuando la madre, que no tuvo un ir y venir más allá de S en su deseo, introduce un novio que cae como un intruso, generando un odio imparable en la niña.

En esta posición imaginaria, S tapona su imagen con una identificación, una inducción imaginaria, ligada al autoritarismo y control del padre.

Los dos casos que planteo en este trabajo revelan relaciones especulares que determinan una falla en la simbolización.

En S la madre no genera enigma, la sostiene con la mirada, pero no hay curiosidad. Aparece una identidad donde ella se encuentra presa de una imagen. El Otro no es supuesto saber y el discurso se torna vacío.

El segundo caso, M, se trata de una joven de 14 años, enredada en una pelea sin fin con la madre y una constante demanda de amor.

En M el saber ocupa un lugar rígido, sin generar curiosidad ni intereses particulares. Ella repite, pero no incorpora los significantes del Otro para articularlos en un trabajo personal.

En el primer caso no hay intervención del padre, S toma el lugar del Otro imponiendo la ley de lo posible; en cambio, M ve al padre y madre enlazados en un vínculo muy fuerte, hay un padre muy enamorado de la madre. Esto nos remite al caso de la joven homosexual, donde, lo que predomina es la intensidad imaginaria y demandante con la madre.

En los dos casos se verifican las consecuencias de estas relaciones del encierro de odio-enamoramiento y la falta de simbolización para usar los recursos del Otro familiar y escolar.

Estas relaciones infernales, sostienen un goce que no se rechaza, razón por la cual se vuelve inaccesible la entrada en el deseo.

 

Encrucijadas sin palabras

La madre de S se encuentra encerrada frente a su hija.

S no tolera la existencia del novio de la madre. Sus padres se divorciaron cuando ella tenía 2 años. La separación del lado del padre tuvo un carácter violento. La madre cuenta que, a partir de ese momento, su relación con S ha sido estar totalmente pegadas.

Hasta los 12 años S no había conocido a ninguno de los hombres con los que su madre mantuvo algún vínculo luego del divorcio.

Es la primera vez que la madre presenta a un hombre como novio. S no tolera esta presencia, irrumpe en ella una locura que se vuelca toda sobre su madre. La relación de S y su madre era de un constante inmiscuirse en su vida y un ciego interés por ella.

Cuando la conozco me dice que no entiende por qué su madre tiene que tener un novio. Me cuenta que su madre es diabética y que es ella la que sabe cómo atenderla. Se explaya sobre este punto de forma exagerada mientras que, por su parte, la madre dice que su diabetes está absolutamente controlada y regulada por ella misma. Ambas se presentan como si fueran Uno, semejando una pareja.

El padre tiene una presencia controladora, rígida y autoritaria, cuando va a su casa discuten sin parar; S tiene una posición activa de provocación y el padre permite esa dinámica.

En la relación de S con su madre, una es objeto de la otra. Se repiten aquí sombras y reflejos del vínculo de la madre con el padre. El control es imparable. El padre llama continuamente para saber qué está haciendo la niña, cómo se alimenta, etc…

S se presenta siempre con una actitud autoritaria frente a la madre, una relación pasional de amor-odio. Asimismo, en las relaciones con sus pares no se responsabiliza de su agresividad.

Aunque la niña tiene un alojamiento intenso en la madre, la aparición de un tercero -deseo de la madre- provoca violencia y rechazo.

En las entrevistas S no habla, simplemente afirma que su madre no puede tener novio, que la tiene a ella. No habla de otro tema ni se hace preguntas. La rendija aparece cuando comienza a interesarse por los objetos de mi consultorio, los nombres, qué son; especialmente cuando en una entrevista me pregunta si en mi consultorio de niños tengo el juego de ¿Quién soy? Esto resulta llamativo para quien no dispone de esa pregunta en su subjetividad.

En otra entrevista se queda mirando un objeto y me pregunta ¿qué es? Le respondo y le pregunto si sabe de qué se trata, me responde que no, entonces le sugiero buscar juntas la respuesta en YouTube.

Resulta difícil hacer surgir la curiosidad. Siempre sus comentarios muestran una nebulosa. La única vez que mostró interés en venir, furiosa, fue para pedirme que interviniera en conseguir un permiso de su padre. Quería que la dejara hacer un viaje con su madre, a pesar de que él decía que no podían viajar juntas hasta que tuviera 14 años, debido a la diabetes de su madre. La decisión del padre era taxativa y persecutoria; ante esto actúan abogados para hacer el viaje posible.

Mi intervención fue precisamente que S pudiera armar algo para ser escuchada por el padre, porque hasta ese momento el único lazo que existía entre ellos era la pelea. Finalmente, S logra armar ese viaje deseado.

Mi trabajo incluyó entrevistas con la madre, quien terminó por darse cuenta de que la irrupción en cuestión no había sido la del novio, sino la de ella misma, como mujer deseante, (antes se trataba de dos niñas pegadas). Así se reabre una mediación con el padre cuya intervención hasta ese momento había sido sólo crítica (con ella y la niña) y había estado regida por controles, persecuciones y amenazas.

 

Tormento del yo, tiranía con el Otro

M es una joven que vive en el exterior; siempre tuvo con la madre una demanda imparable, a la cual la madre accedía después de grandes peleas escandalosas. Por su parte, el padre intentaba intervenir cuando ella le pedía ayuda para el colegio.

M es una niña competitiva, buena alumna, con una exigencia feroz, pero con escasa comprensión y reflexión.

Su padre piensa que tiene sus rasgos, pero se enfurece cuando al ofrecerle ayuda, todo termina en una pelea donde M no acepta lo que él tiene para ofrecer. Cuando interviene en las discusiones de M con la madre, la madre no hace entrar el "no" del padre, dado que eso le genera una situación de llanto y mucha culpa.

Hay muy cortos espacios de no agresividad en la vida familiar. Sus amigas son las que funcionan como ideal. Si la eligen para cursar en niveles superiores a los de sus amigas, no lo quiere hacer por lo que le demandan las mismas.

La palabra materna no la convoca, sí la rivalidad; se trata de la "demanda que chilla y patalea sin cesar".1 Es remarcable lo armoniosa y activa de la relación que sus padres sostienen entre sí. Hasta piensan que cuando M se vaya al College será un alivio para ellos. Esto último desespera culposamente al padre. Por otra parte, este padre no sabe cómo recomponer sus palabras, las que por otro lado no le llegan ni la tocan a M.

Es difícil para M generar un lugar de transferencia. La separación de sus padres al ingresar al College será ardua, pero es necesario que algo aparezca más allá de su alienación. En su discurso ya está todo armado antes y, su posición, es aparecer molestando.

En ambas niñas se ve cómo no pueden pasar al narcisismo del deseo2; esta expresión la toma Lacan para diferenciarla del estadio del espejo como célula primaria del yo.

No acontece ese avance hacia el Otro, el deseo y sus objetos no aparecen.

Lo paradigmático en el caso de M lo muestra la locura y el desborde que se produce en la separación. Esto ocurre cuando tiene que partir al College que la aleja de los padres y le exige una independencia que hasta este momento no existió.

El College al cual asiste, tiene tutores para todo tipo de consultas, ya sea que se traten de temas escolares o personales. Pero M rechaza estos recursos, la respuesta siempre la busca en sus padres, a los que tampoco puede escuchar.

Desde el primer día de su llegada al College, M no para de llamar a sus padres; no le gusta su compañera de cuarto, no sabe cómo comprar un libro; su incapacidad es actuada minuto a minuto. En lo social y, con el aprendizaje, le sucede lo mismo que le sucedía antes; evita la comprensión, la conexión.

En estas relaciones sin ninguna simbolización, el Otro tiene que estar ahí para responder a todas las preguntas. Estas instituciones exigen un cierto grado de independencia que esta niña no conoció en su crianza. Esta joven con su "no pienso" invade su vida. Hasta ahora era auxiliada y los gritos y peleas formaban el lazo.

Llama para comentar preguntas que son contestables con solo escucharlas. Hay una asunción de desvalimiento total. Pero no es frente a la decepción del Otro, es para demostrar el lugar que tiene. M angustia sin cesar a la madre, aunque cabe decir que hay claramente intervalos en los que consigue cosas; sin embargo, rápidamente cuenta algo que le está sucediendo que la hace sufrir de una manera insoportable.

Se habla mucho de padres sobreprotectores, pero es interesante pensar qué lazo implica de ambos lados esa unión sin intervalo para incorporar los significantes existentes que no operan.

Estas niñas no pueden articular lo ficcional; lo simbólico es pobre. Se comprende al ver la inserción de jóvenes que estudian y trabajan, pero que lo hacen de manera automática.

Aquí es claro lo que decimos como psicoanalistas, no hay pregunta, no hay enigma, le hablamos a alguien cuya certeza es su pancarta y su "no escucha" un don de prescindencia.

Es claro que están atadas a un goce del Uno que se presenta como poder. No hay posibilidad de renunciar al goce del tormento y del clamor.

El trabajo no es sin los padres, quienes deberían soportar la falta de resolución y de respuesta, el silencio que no debe haber estado instalado en la separación.

En ambos casos es claro, cuando en la simbolización, no ha entrado la incidencia paterna. Se trata de esperar la aparición de un síntoma y, también, la entrada del amor como contingencia de la exogamia.

La apuesta es a la terceridad del encuentro con Otro en la instancia de un dispositivo que inaugure una nueva cita, un nuevo encuentro.

NOTAS

  1. Lacan, Jacques. El Seminario XVII, "El Reverso del psicoanálisis" 1969-1970 – Página 136. Buenos Aires, Editorial Paidós. 1º edición, 1992 - 9º reimpresión, 2010.
  2. Lacan, Jacques. Escritos 2. "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina". Página 696. Buenos Aires, Siglo XXI Editores. 2º edición, 2008 - 2º reimpresión, 2011.