A 80 AÑOS DEL ESTADÍO DEL ESPEJO, NUEVOS PLIEGUES DE LA iMAGEN
_Gustavo Stiglitz

"Al comienzo el sujeto está más cerca de la forma del otro que del surgimiento de su propia tendencia"

Es una característica de la infancia: el niño está más cerca de los comienzos de la constitución del ser hablante.

Es lo que señala Lacan, ya en su texto sobre el Estadío del espejo, en relación a la forma con la que el infans se identifica. El niño está más cerca de la imagen unificada en el espejo con la que se identifica que de su propio cuerpo, ya que esa unidad se le adelanta.

Pero esta identificación nunca alcanza a recubrir del todo la fragmentación corporal de la que el niño viene. Esta hiancia va a tomar distintos nombres y funciones en la enseñanza de Lacan, mientras que su lugar fundamental en la constitución subjetiva se mantendrá constante, tanto cuando se refiera al sujeto del inconsciente como cuando se trate del parletre.

Hay inadecuación entre la forma y la experiencia corporal, por lo tanto, es necesaria una construcción auxiliar, algo que abroche esa imagen que le es ajena al cuerpo propio.

Esa construcción auxiliar es la que va a tomar distintos nombres en la enseñanza de Lacan - imago, fantasma, síntoma, sinthome, ego, escabel.

Un nombre de dicha construcción que toma tempranamente de Freud, es el de defensa, que no es lo mismo que represión.

La defensa involucra al cuerpo y es defensa ante lo real. No son significantes reprimidos en un supuesto inconsciente ontológico.

Hay que entender la defensa como un modo de relación entre dos campos heterogéneos, lengua y cuerpo. Es un armado.

A partir de la promoción de lo simbólico, la defensa cristaliza en significantes y en la última enseñanza será la manera en que los significantes que vienen de los otros repercuten en el cuerpo y se abrochan a él, constituyendo un cuerpo hablante.

Aquí la construcción auxiliar es el sinthome.

A esta cercanía de la defensa se refiere Jacques Alain Miller en el prefacio al libro de Helenne Bonnaud El inconsciente del niño. [2]

Dice allí, que en el tratamiento con niños ocurre a veces que intervenimos mientras la defensa aún no ha cristalizado y que es una ocasión de intervenir en ese encuentro entre lalengua y el cuerpo.

De ese encuentro el sujeto sale aplastado bajo el significante que lo representa y renace por el llamado a un segundo significante, bajo el cual vuelve a desaparecer. Ahí queda el sujeto, entre S1-S2. Ex - siste a los significantes. No está ni del todo en uno, ni en otro.

Miller concluye: "Si el analista alcanza a hacerse ser ese segundo significante, consigue milagros con el niño." [3]

 

Clínica
La clínica,nos enseña a partir de los casos en los que algo no funcionó bien.

Cuando el que llega es un adolescente, el tiempo de los milagros ya ha pasado.

En ocasiones se refieren a sus cuerpos como un agujero o un vacío, o que no pueden sentirlo salvo a través de mortificarlo.

No hay normas, ni reglas, ni ley en lo más íntimo de un ser hablante. Hay encuentro, desencuentro, enganches y desenganches del cuerpo con su imagen, con la lengua, con el Otro, sobre un fondo de vacío.

Cuando desfallecen los instrumentos para orientar el entretejido que cada uno debe hacer para velar el agujero real y construirse un cuerpo, cada uno inventa como puede.

Lo que emerge en esta época -llamada por Jacques Alain Miller y Eric Laurent "del Otro que no existe", caracterizada por la inconsistencia- es el cuerpo mismo como la principal consistencia.

Se lo adora, como también se adora o se idolatra una imagen.

Idolatrar no es querer, sino un afecto dirigido a una presencia absolutamente necesaria para la vida. Se puede adorar la imagen de un semejante como se adora el cuerpo.

Contar con un semejante como bastón, incluso si éste es el propio padre, no es sinónimo de contar con el Nombre del padre.

El padre de carne y hueso, el padre de la realidad, puede encarnar al padre que nombra o no ser sino una imagen de apoyo, una muleta en el lugar de una pata faltante.

Podríamos decir que en casos así, en la relación con la imagen faltó la identificación, lo que es suplido por la idolatría.

En circunstancias de este tipo, el desasosiego es grande y constante y, a veces, el adolescente piensa en desaparecer como la única salida del malestar.

 

El Estadío del espejo y el cuerpo
Se cumplen ahora 80 años desde que Lacan, en 1936, presentara en el Congreso de Marienbad su exposición sobre el Estadío del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. Este texto marca el momento de la entrada pública de Lacan psiquiatra en el psicoanálisis.

En 1949 escribe la versión publicada en Escritos[4], en 1966. En ambas versiones la identificación con la imagen se produce de manera inmediata, es decir, sin ningún tipo de mediación. Es esa identificación la que precipita la matriz simbólica de las identificaciones ulteriores.

Más tarde, en Observación sobre el informe de Daniel Lagache: "Psicoanálisis y estructura de la personalidad"[5], de 1960, Lacan introduce un segundo tiempo, producto de la promoción de lo simbólico sobre lo imaginario.

Es el momento en que el infans se vuelve hacia el adulto que está allí para verificar que esa imagen es él.

Se invierte la relación. Es por el hecho del lenguaje que el niño se identifica con su imagen[6].

El Otro es ese lugar desde el cual el sujeto puede ver la imagen unificada en el espejo plano, que recubre la fragmentación del cuerpo.

El modelo óptico representa el sutil mecanismo por el que el cuerpo se unifica. No es solamente que hay imagen.

Es que en ésta, el cuerpo representado por el jarrón cobra forma unificada si "abraza", si abrocha al ramillete de flores. Este no es otra cosa que una serie de objetos que también alcanzan una buena forma y conforman un objeto - ramillete, al ser abrazados por el cuerpo-jarrón.

En un mismo movimiento cuerpo y objeto se constituyen en imagen unificada, ni jarrón vacío, ni flores sueltas.

Si lo que este esquema quiere representar no funciona, tendremos un sujeto del que podremos decir que tiene relación con flores sueltas.

Y una flor que -aunque sea en nuestra imaginación- no está ligada a una planta, o a otras flores conformando un ramo, o a un signo de amor, no es más que un objeto de desecho.

En el modelo óptico, este encuentro entre el organismo y los objetos está representado por la imagen completa del jarrón con las flores que salen por su cuello.

Repasémoslo.

Tenemos 2 espejos. El cóncavo y el plano.

El primero es el que produce la imagen real. Es una imagen que se ve en el espacio real. Hay dispositivos de adorno que producen el efecto. Se ve un objeto, dan ganas de tocarlo y descubrimos que se trata en realidad, de la imagen real de un objeto que está en el interior del dispositivo. La sustancia no está allí donde vemos la imagen.

Del mismo modo, el jarrón está dentro de la caja pero se ve sobre ella.

El espejo plano representa al Otro del lenguaje sin el cual - esto es lo que Lacan agrega al Estadío del espejo - no se puede ver la imagen virtual. Y solo se ve si el sujeto está correctamente tomado por el Otro. Es decir, depende del lugar que el sujeto tiene en el Otro.

Si en el ´36 y en el ´49 la imagen estaba ya allí y precipitaba la identificación, aquí la imagen unificada es ilusión producto del lenguaje. Es decir, es un producto simbólico-imaginario.

¿Por qué esta imagen va a tener efecto en el cuerpo? ¿Cómo es que se enganchan imagen y cuerpo?

Para Freud - para Lacan también - los puntos de intercambio entre el organismo y el mundo son las zonas erógenas, los agujeros corporales.

La imagen toca al cuerpo si compromete a los agujeros corporales y lo que allí se juega.

Siguiendo esta línea, lo múltiple del cuerpo fragmentado y lo unificado de la imagen se abrochan por experiencias de goce, ya que de eso se trata al nivel de los agujeros corporales.

Son los puntos de intercambio. [7]

El objeto "a" ya está en juego en este intercambio y si hay uno privilegiado que participa de esta experiencia es la mirada. La del niño y la del adulto.

Lo que el modelo muestra es el mecanismo por el cual esos objetos separados del cuerpo aparecen dentro de una imagen que, de por sí, no los contiene.

De no mediar la ilusión de la imagen, el cuerpo quedaría reducido al caos de un organismo.

Diremos que, a partir de la ilusión de la imagen de la que participan el lenguaje y los objetos "a" extraídos de las zonas erógenas, hay una inmixión de la imagen del cuerpo en el caos del organismo.

Inmixión es un término que Lacan utiliza en su estudio sobre Gide[8]. Allí habla de la inmixión del adulto en el niño como una precipitación. La identificación a la imagen del cuerpo propio es la inmixión de lo imaginario en lo real del cuerpo.

Podemos decir que un objeto no es el mismo si forma parte de la imagen corporal o si está separado de ella.

No es lo mismo unos bellos ojos en el rostro, que apoyados sobre la más lujosa bandeja de plata. En un rostro, los ojos pueden ser bellos, sostener una mirada misteriosa, tranquila, agresiva, seductora...todos atributos que se apoyan en lo simbólico-imaginario. Son la encarnación, el soporte y el envoltorio del objeto mirada en el cuerpo vivo, mientras que en la bandeja, sin soporte ni envoltorio, se vuelven objeto de desecho.

Cuando los objetos "a" están tomados en la imagen del cuerpo, cuando forman parte de ella, se ven bellos. Si no, son causa de horror.

En el modelo, si están en el jarrón son bellos como un ramo de flores, si no...son causa de angustia.

Otro ejemplo. Fragmentos de una película en el avión.

La pantalla de mi compañero de viaje capta mi atención.

El protagonista se enfrenta a un caballero sin cabeza. El caballero se acerca montando su caballo. Si bien no tiene cabeza, no es una forma aterradora, hasta tiene su gracia. Es que es el Caballero sin cabeza. Tiene nombre propio que le viene dado, justamente por la pieza faltante.

De golpe aparece la escena en que su cabeza fue cortada y ésta, separada del cuerpo ya no es una imagen muy amigable. Pero cuando empieza a descomponerse y junto a cosas informes que salen de la tierra se acercan al protagonista... la angustia se hace insoportable y éste se despierta. Era un sueño, un trabajo para evitar el encuentro con un real angustiante, que solo se pudo posponer, pero no evitar.

Tanto Freud como Lacan señalaron que el sueño es una formación del inconsciente en el que retornan frecuentemente experiencias del cuerpo fragmentado sin la cobertura de la imagen narcisista.

El Caballero sin cabeza se revela como producto del trabajo del sueño para velar la fragmentación y la angustia que conlleva, hasta que deja de operar.

Ese es el momento en que la cadena significante se detiene y emerge la angustia ante lo real, representado por la pieza suelta.

Un ejemplo más, a modo de hipótesis, que toca un fenómeno de actualidad entre los jóvenes.

Estaba en París cuando ocurrieron los atentados de noviembre, que nos confrontaron otra vez con este fenómeno contemporáneo del fundamentalismo, en este caso el islámico que, -es importante aclararlo- no es el Islam.

Hacía poco había aparecido el texto de Miller En dirección a la adolescencia [9], que aborda esta cuestión, entre otras cosas.

En el caso del islamismo hay un amo, un Uno totalitalizador y único, cuya unidad no viene dada por ninguna imagen, sino por un imperativo. Una ley de hierro representada por un S1 solo, sin nombre del padre.

Lo que los atentados que se vienen sucediendo en distintas partes del mundo muestran, es que en los márgenes de lalengua (S1 solo), sin imagen especular ni mediación simbólica, cuando impera el superyo más insensato, se está muy cerca de la fragmentación corporal como lo demuestra la práctica de la autodetonación, a pesar de, o justamente a causa de esa voluntad imperativa de unificación.

Las imágenes de los cuerpos fragmentados - del terrorista y de las víctimas - muestran partes del cuerpo separadas, esparcidas, por fuera de la imagen corporal.

Como las flores fuera del jarrón, o como los ojos en la bandeja de plata, donde real, simbólico e imaginario se anudan.

En el texto citado, Miller señala la complementariedad entre la oferta de estos grupos y la desorientación de los jóvenes en la actualidad.

La vida fundamentalista - del color que sea - se caracteriza porque tiene una respuesta para todo. Qué es un hombre, qué es una mujer, cómo deben acercarse o no, cuándo, qué se hace a tal hora, cómo se muere, etc.

En alguna medida, estos preceptos son compartidos por las religiones. El problema es que en el caso del fundamentalismo, la muerte que está en el horizonte como ideal forma parte de las respuestas a la desorientación.

Es muy difícil hablar con el que se orienta por el ideal de la muerte.

Muchos jóvenes europeos desorientados se acercan a esta vía. Indice de que algo anda mal en nuestra civilización.

 

Volviendo al modelo óptico
El punto crucial para la unificación de la imagen del cuerpo y el efecto real que conlleva manifestado por el júbilo, es el agujero del jarrón cuyo borde rodea y abraza las flores.

Es necesario el agujero para que la cosa marche. Y para que haya agujero debe haber un borde. Este es otro nombre de la construcción auxiliar que anuda la lengua y el cuerpo: el borde.

¿Cómo es que hay agujeros en el cuerpo? si la imagen no tiene agujero, el organismo caótico tampoco. Entonces, el cuerpo, ¿cómo los tiene? [10]

Para respondernos tendremos que dar un salto en la enseñanza de Lacan, pero recordemos que ubicamos como antecedente del agujero a la inadecuación entre la imagen unificada y el cuerpo fragmentado, como demuestran los fenómenos de retorno de las experiencias de fragmentación, en los sueños, los fenómenos de doble y las psicosis.

Si al inicio el cuerpo lacaniano del Estadío del espejo participa de la forma de la esfera, al final, el cuerpo es tórico.

A nivel de la ilusión de la imagen el cuerpo es esfera, pero en realidad está atravesado por un agujero.

En un texto de 1975, la Respuesta a Marcel Ritter [11], contemporáneo del Seminario 22, RSI, Lacan se confronta con el hecho de que no hay un solo tipo de agujero, sino que hay agujeros de distintos registros.

La pregunta de Ritter parte de pensar al ombligo del sueño como un real, pero ¿de qué real se trata? ¿De lo no reconocido (Unerkannte) tal como Freud lo aborda en La interpretación de los sueños[12] - en donde el ombligo del sueño es el punto en que simbólico y real se encuentran- o de lo real pulsional en donde el encuentro es entre imaginario y real? ¿Son lo mismo?, pregunta Ritter.

Lacan responde que son dos reales distintos.

Una cosa es lo real como no reconocido en lo simbólico. El ombligo del sueño es la conexión con ese real. Y otra cosa es lo real pulsional como el agujero corporal que la pulsión bordea en su trayecto en torno al objeto "a".

Lacan diferencia lo que pasa al nivel del agujero corporal con la pulsión, del agujero en el inconsciente.

Pero entre ambos - es lo que dice en el Seminario 11 - hay analogía. Hay pulsación temporal del inconsciente, sus aperturas y cierres, en relación con el recorrido de la pulsión.

Uno es agujero de la imagen corporal, en relación con lo imaginario, o entre imaginario y real. El otro es agujero en el inconsciente, simbólico, o entre lo simbólico y lo real. Es el que escribimos S(A/).

S(A/) quiere decir que no solo existe lo no reconocido, lo primariamente reprimido e inaccesible, sino que además, eso deja marca, representada por la letra S. El ombligo del sueño es la marca en el inconsciente de un real que allí se abre.

Sería la marca, la huella, de la no-relación que es un nombre del agujero en lo simbólico.

Agujero y huella son inseparables, no hay agujero sin huella que escriba un borde.

Lacan agrega: "Creo que es en el destino de lo reprimido primordial...que se especifica por no poder ser dicho...que está en la raíz del lenguaje, que se puede dar la imagen de lo que se trata."

Lacan dice acá más de una cosa.

Dice por un lado lo que se lee a primera vista, que el destino de lo reprimido primordial es estar en la raíz del lenguaje y no poder ser dicho.

Pero también, que si bien no puede ser dicho, sí se le puede dar imagen.

La imagen va al lugar de lo que no se puede decir. Tenemos aquí una pista para pensar el nuevo estatuto que tiene lo imaginario para él.

Entonces, el ombligo del sueño representa un real en lo simbólico.

En su respuesta, Lacan agrega que encuentra a esto análogo a lo que ocurre con lo real pulsional.

IMAGEN
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S(/A)

Y que es por esa analogía que lo simbólico repercute en el cuerpo. De aquí se puede seguir que hay algo en lo que se dice que repercute a nivel pulsional, o sea, que "la pulsión es el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir.", como afirma Lacan en Joyce el sinthome.

El analista, tiene que "escuchar" la pulsión.

Como vemos, el Seminario 11 fue un momento de anticipación de Lacan, donde planteó la analogía entre el agujero que el inconsciente es y el agujero de la pulsión.

Es necesario que esos dos agujeros se articulen.

El agujero que el inconsciente es - porque el inconsciente S1-S2 son las vueltas para escribir el borde - representa el agujero corporal. Es su versión significante, de la que no podemos prescindir.

En el modelo óptico, que sirve para expresar relaciones, el cuello del jarrón es el punto de articulación entre el agujero corporal y los objetos de la pulsión, y el espejo plano - el Otro - es lo que permite de ese agujero, dar la imagen.

Algo de esto es lo que Lacan resumió, concentró, en su afirmación "el niño debe aprender a hacer el nudo" en el Seminario 21 y que los niños en análisis permiten escuchar con cierta claridad.

Gustavo Stiglitz,
miembro AME de la EOL/AMP.

NOTAS

  1. Lacan, J. Seminario 3, Las psicosis. Pág 61. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1984
  2. Helenne Bonnaud. L´inconscient de l´enfant. Ed Navarin - Le Champ freudien. París. 2013
  3. Miller, J. A. en Prefacio a L´inconscient de l´enfant.
  4. Lacan, J. Escritos 1. Ed. Siglo veintiuno editores argentina s. A. Buenos Aires. 2011
  5. Lacan, J. Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache. Escritos I. Ed. Siglo Veintiuno. Buenos Aires. 2011
  6. Id, pág 645
  7. Brousse M. H. Cuerpos lacanianos. Conferencia en el Instituto del Campo Freudiano de Granada. 1/9/2009. Disponible en Radio Lacan, www.radiolacan.com
  8. Lacan, J. Juventud de Gide, o la letra y el deseo. Escritos 2. Ed Siglo veintiuno. Buenos Aires. 2011.
  9. Miller, J. A., En dirección a la adolescencia. Texto orientador para la 4a Jornada del Insitut de l´enfant.
  10. Schejtman, Fabián. ¿Qué es un agujero? En Estudios sobre el autismo. J. A. Miller et al. Ed Colección Diva. buenos Aires 2014
  11. Lacan, J. Respuesta a Marcel Ritter. En Otros Escritos.
  12. Freud, S. La interpretación de los sueños. Ed. Amorrortu. Buenos Aires. 1984