JÓVENES DE AYER HOY Y SIEMPRE
_Débora Nitzcaner

La clínica con los jóvenes pone a prueba la ductilidad del analista para transformar lo particular de un síntoma de la época en un síntoma singular. Si bien el lazo transferencial es posible, y por ende el goce se desplaza y se ubica. Los mayores inconvenientes se encuentran cuando ellos padecen de lo mismo con lo que hacen lazo ya que allí encuentran alguna identificación. Entonces, ¿porque consultan? Probar todo hasta el exceso, el desconcierto y a veces hasta la muerte los detiene al encontrarse con los viejos problemas del neurótico, están inhibidos, se aburren, o padecen de amor. Cuando el cuerpo, sede de sus excesos, se desvanece y ese goce colectivizado ya no les da una respuesta es la ocasión e instante en que el inconsciente hace su apuesta.

Jóvenes de ayer
Freud nos advirtió en La moral sexual "cultural" y la nerviosidad moderna [1] que nuestra cultura se edifica sobre la sofocación de las pulsiones. Sobre lo que cada individuo ha cedido de un fragmento de su patrimonio libidinal y que la religión lo sanciona como sacrificio a la divinidad. De este modo, el patrimonio común así adquirido se declara "sagrado" y aquel que no pueda acompañar esa sofocación de satisfacción se enfrentará a la sociedad como un criminal, como "outlaw" ("fuera de ley") toda vez que su posición social y sus sobresalientes aptitudes no le permitan imponérseles en calidad de grande hombre, de héroe. El héroe o heroína, es aquel capaz de ceder en sacrificio su porción pulsional a favor del patrimonio común, culpable será aquel que no renuncia.

Aunque aquí se trate de la época victoriana, él pudo anticipar la eficacia del Nombre del Padre elevado en la religión, un orden que prescribe para las vicisitudes libidinales un destino preciso. El bien es la renuncia y el sacrificio de la satisfacción pulsional.

Una época donde el Nombre del Padre era pura eficacia más por su orden que por su trasmisión.

A partir de aquí se establecen dos cuestiones para subrayar que nos permiten avanzar sobre lo que Freud estableció como piedra fundamental, la primera se refiere al objeto a y es con la lectura del Seminario de la Angustia[2] donde Lacan se pregunta sobre la carencia del padre, para ubicar algo distinto del mito freudiano como aquel cuyo deseo sumerge, aplasta, se impone. Desde allí da un paso más allá al ubicar al padre como aquel que sabe a qué objeto a se refiere dicho deseo, lo contrario a lo que impone el mito religioso del padre. Es por la vía de desconocimiento del objeto causa por donde éste a puede ser situado en el campo del Otro.

La segunda interpretación se sostiene en una reflexión de J- A Miller[3] cuando sitúa en la vuelta lo sagrado una compensación al triunfo de la ciencia, donde la soledad del Uno deja librado a un sujeto en la insensatez e incluso en un fuera de sentido, en consecuencia la religión establece un vinculo social una unión entre los pobres Unos dispersos. Es decir, lo qué sucede cuando la consistencia del Padre no es la misma es un llamado y un retorno a lo mismo sostenido en un Otro que regule y sofoque.

Si nos aproximarnos a la idea de que la época empuja cada vez más a mayores intentos y salidas por atrapar un real sin ley, es coherente con la amenaza que eso genera en determinadas culturas religiosas que induce en consecuencia a un aumento de sus Ideales. De manera tal que mientras la modernidad empuja al goce del Uno, al mismo tiempo, provoca en algunas culturas el empuje a encontrar en la religión una mayor y única defensa contra lo real.

Si el Nombre del Padre para Lacan, no alcanza a nombrar al objeto a, al goce y lo pluraliza en los Nombres del Padre, es porque sobre el padre recae lo que no alcanza.

La época junto a sus síntomas se instalan aquí, en este nudo.

El joven lacaniano
Si bien para J. Lacan la adolescencia no se inscribe dentro de una clase ni ha sido parte de un proceso del desarrollo madurativo, al responderle a F. Dolto en uno de sus seminarios se refiere a la angustia de castración como el hilo que perfora todas las etapas del desarrollo[4]. Señala entonces, que ésta orienta las relaciones previas a su aparición propiamente dicha siendo que cristaliza cada uno de estos momentos en una dialéctica que tiene como centro un mal encuentro. Es así que lo sexual es el mal encuentro central y si se habla de trauma y de escena primaria es porque ahí de lo que se habla es de lo imposible mismo de ese encuentro.

Su lectura, al hablar de los jóvenes, ha sido siempre en términos económicos y no sin dejar de interpretar su relación a "la época'' en su lectura siempre prevalece lo contemporáneo. Un texto paradigmático de esto es Televisión cuando el entrevistador le cuestiona sobre su posición frente a los jóvenes ´´Usted, (…) les lanzó un día en Vincennes: ''Como revolucionarios, aspiráis a un amo. Lo tendréis'[5]'. Un dicho de Lacan que lo lleva, al entrevistador, a cuestionarle si esa no es una forma de desalentarlos. La respuesta allí es enfática al afirmarle que son los jóvenes quienes piden que sea un amo el que marque el tanto, y según la moda de la época.

Seguir esta reflexión permite desarrollar e interpretar el sintagma "los jóvenes de hoy'' ya que hay allí un paradigma. En el trabajo mismo de la demanda de los llamados adolescentes a un S1 al cual identificarse se puede entrever el tejido de la época, el modo en que la moda se presenta como un intento de respuesta a dicha demanda. Cuando se verifica que éste S1se impone como un tratamiento posible a la angustia de castración. En tanto que allí hay la presencia de un real que retorna y demuestra lo ineficaz e inalcanzable de hallar una respuesta al goce sexual que los atraviesa.

Es por eso que en el Seminario "Del Otro al otro'[6]' se pueden encontrar algunos una fundamentos de esta reflexión al recaer sobre el adolescente moderno la ubicación de un producto del discurso capitalista por donde se le puede atribuir el efecto sobre dos afectos particulares: el aburrimiento y la apatía. Producto del resultado del levantamiento de la represión, y del goce del Uno que impera en la modernidad.

Si damos un paso más, en la lectura del dramaturgo Wedeking [7] Lacan lee el modo en que éste se anticipa a la época en tanto demuestra con su obra que la sexualidad hace agujero en lo real ya que al nadie zafarse bien del asunto, nadie se preocupa más por él. Se trata de un modo preciso de interpretar con el psicoanálisis a la época que frente a la insuficiencia estructural de responder a lo real ella responde con un S1: el imperio de la moda. De este modo cada época se marca por su S1 vía por donde se define lo contemporáneo. Los síntomas, en tanto resto, enseñan lo particular de un goce que difiere de lo singular encarnado en una lengua. La respuesta que un inconsciente da a lo imposible de la relación sexual no es colectivizable.

Cada época enseña cómo se produce ese fracaso, la prueba de ellos es como permutan los síntomas, y es por esto que la adolescencia enseña al psicoanálisis qué es el fracaso del N del P. En lo contemporáneo de una época y en sus síntomas se verifican ´´los goces´´ que provienen de este real.

Arribar a esta lectura permite constatar algunos de los márgenes de un adolescente en análisis, la manifestación de un tipo particular de lazo al que J -A Miller definió como desierto de goce[8]. De este modo, si bien el denominado joven de hoy nos indica dónde situar al S1, también nos enseña qué recae sobre el analista. Será por la vía de "poblarlo" de su propio goce, por donde un síntoma podrá hacer su entrada.

Débora Nitzcaner, AP, miembro EOL/AMP
Buenos Aires Argentina

NOTAS

  1. S. Freud, La moral sexual "cultural" y la nerviosidad moderna (1908), Tomo IX, pág. 167-68. Ed. Amorrortu
  2. J. Lacan, Libro 10, La angustia, pág. 364. Editorial Paidós
  3. J.-A. Miller, Boletín Latigazo Nº1, Octubre de 2013. Presentación del Seminario VI, El deseo y su interpretación. Mayo 2013
  4. J. Lacan, Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, pág.72. Editorial Paidós
  5. J. Lacan; Otros Escritos. Televisión. Editorial Paidós. Pág. 559. Ed.2012
  6. J. Lacan; El Seminario, libro 16 De un Otro al otro. Editorial. Paidós. Pág. 217. Ed. 2008
  7. J. Lacan; Intervenciones y Textos 2, El despertar de la primavera. Pág. 110. Editorial Manantial
  8. J.-A. Miller, Lecturas del Seminario5, pág.132. Editorial Paidós