Comencemos por los siguientes interrogantes: ¿Un niño puede elegir su sexo?, ¿El discurso de los padres determina la elección del sexo en el niño? ¿Cuál es el lugar del Otro en la sexuación del niño? ¿Colocarse del lado hombre o mujer atañe a la elección o a la anatomía?
La diferencia sexual tiene que ser pensada en relación a lo que Lacan llama sexuación. La sexuación se constituye en distintos tiempos. En un primer tiempo el niño nace con una anatomía determinada y los padres constatan la diferencia anatómica, es lo que Lacan llama "la pequeña diferencia". Los niños no se diferencian a sí mismos solos, sino que son distinguidos en un comienzo por el Otro. Lacan nos indica en el Seminario 19 [1] que habrá consecuencias del valor que ha adquirido la pequeña diferencia. En un segundo tiempo cuando se trata de un varón, podemos escuchar en el discurso del Otro: "compórtate como un varoncito". Lo que se espera de él es que actúe como un hombre. El tiempo de la elección del sexo por parte del sujeto concierne al modo de goce en relación al falo como significante de la diferencia. Acepta o no inscribirse en la función fálica. Hay que señalar que puede no coincidir con los valores que le han venido del Otro. Si el sujeto consiente a inscribirse en la función fálica, va a implicar aceptar la castración. Si no acepta ordenar su sexuación bajo la lógica fálica entonces tendremos una invención singular en relación a su sexuación.
François Ansermet nos dice: "De manera sorprendente -en contrapunto con las certezas propias del transexualismo o las dudas de los intersexos- aparece hoy otro campo, una problemática nueva, la del "género fluido". Este campo, por el contrario, le da prioridad a la exploración y la duda en lo que hace a la manera de situarse respecto a la diferencia de los sexos […] Siguiendo la tendencia contemporánea al relativismo, hoy todo sería posible entre lo masculino y lo femenino. Sería necesario no fijar nada en la educación de los niños. ¿Habremos llegado a los tiempos de lo que se llama el género fluido, así como existe el amor líquido?"[2]
Hoy nos encontramos con revistas de modas que plantean que las fronteras entre lo masculino y lo femenino son cada vez más tenues. Los nombres unisex son un claro ejemplo de ello. Niños que son nombrados por el Otro con un nombre andrógino. Por supuesto que un nombre no determinará la elección del sexo en un niño pero si muestra el relativismo de la época. "…La diferencia sexual no es más la consecuencia de una ley, de un "es así", sino que es vivida como algo susceptible de ser reacomodado, algo discutible…" [3]
François Ansermet también nos señala que, en algunas ocasiones, la perturbación del niño en cuanto al género «fluido» es un síntoma del padre, de la madre o de ambos. Donde en muchos casos queda revelada la demanda de los padres. Y que esto puede angustiar mucho a un niño. ¿Que un varoncito decida vestirse de mujer es suficiente para determinar la elección de su sexo? No hay una respuesta válida para todos los casos. Será preciso orientarse en dirección a situar cuáles son los modos singulares de gozar que adoptó ese sujeto en relación a la pareja parental y cuáles son las identificaciones que se han aventurado en ese niño. El discurso del Otro, como lugar, en el que el sujeto se ubica respecto al malentendido entre los sexos y a los modos inconscientes de elección de objeto. Habrá que esperar hasta la pubertad para que acontezca el encuentro con el partenaire sexuado. Es en la pubertad donde vacila la ligazón edípica y donde el sujeto tendrá la tarea de atravesar las elecciones propuestas en la infancia. Y elegir un modo de gozar. El encuentro con el Otro sexo, siempre abierto a las contingencias, pone en juego la relación del sujeto con el goce. El adolescente se enfrenta con que no hay un saber sobre lo que puede hacer frente al Otro sexo. No hay relación sexual, según la expresión de Lacan. Y ante esto se desprenden diferentes respuestas, el ser hablante inventa su particular relación al sexo.
En este proceso de la sexuación, Etel Stoisa nos habla de los adolescentes que presentan ambigüedades respecto a tomar una posición sexuada. Es el modo, no consciente, que encuentran algunos adolescentes para no responsabilizarse de una elección. "Se trata de posiciones ambiguas que pueden sostenerse a lo largo de la vida de un sujeto. Las dificultades de asumir una opción sexuada puede presentarse en las diferentes estructuras…" [4]
A partir de los años setenta Lacan sitúa la elección del sexo más allá de las identificaciones a las insignias paternas o maternas con las que Freud descifraba el Edipo infantil y a la adolescencia como su reedición. Freud piensa la repartición hombre/ mujer en términos de identificación. Al final del Edipo se trata de identificarse con el ideal de su sexo. Esto incluye un Otro que aporta ideales de masculinidad o feminidad según las épocas. En este sentido la identificación siempre es normativa e incluye ideales. En el Seminario 20 [5], Lacan aborda las fórmulas de las sexuación ubicando que hombre o mujer dependen de dos maneras de relacionarse con el predicado fálico. Ya sea de asunción o de rechazo de este. No hay sexuación más que a partir de la acción del significante fálico, lo que no imposibilita que para un sujeto haya diversas maneras de inscribir su cuerpo y su goce en relación a este significante.
La clínica de la sexuación alude a la elección del modo de gozar en cada sujeto. Cada quien deberá arreglárselas con su elección de goce. El específico aporte de Lacan, en cuanto a la sexuación, es que los seres hablantes se distinguen como hombre o mujer por sus modalidades de goce, independientemente de la diferencia anatómica.
En otras ocasiones, la elección del propio sexo por parte del niño puede vislumbrar un rechazo a la anatomía de nacimiento, con la certeza de estar en un cuerpo que no le corresponde. Apuntando en un futuro a demandar una corrección quirúrgica. Así la castración se realiza en lo real del sexo. Es una elección que no consiente a inscribirse en la función fálica. Podemos decir que es una elección del propio sexo que implica un rechazo a hacerse marcar por el Otro. Son elecciones que adquieren carácter de invención y suplencia. En estos casos la anatomía es condición para elegir un modo de gozar.
En el siglo XXI, época en que el Otro no existe, encontramos modos singulares de situarse en la diferencia de los sexos. Nos sexualizamos de una manera no consciente a través del goce, a través del modo de gozar. Frente a estas elecciones del modo de gozar, hay que admitir una clínica de la sexuación que va más allá de la universalidad del padre y más allá de la norma edípica. Después del Seminario 20, estas elecciones de goce van a relacionarse con lo que Lacan denominará el sinthome. Desde la perspectiva del sinthome analizamos a un parlêtre. El sinthome de un parlêtre es un acontecimiento del cuerpo. Donde tendremos que considerar el aspecto corporizador del significante, que conlleva un acontecimiento de goce en el cuerpo.
Verónica Lagamma. Miembro del Erinda. Participante Eol Sección Rosario.
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