Podemos decir que la pubertad tiene dos aspectos. Por un lado, es un fenómeno de "cuerpo", y por el otro es el encuentro con el otro sexo.
La pubertad es ese real que por un lado parece como un empuje hormonal, pero no debe entenderse como un fenómeno físico, sino como un fenómeno de cuerpo.
Púberes de ayer
Freud, al pensar lo que significa para un púber el encuentro con el cuerpo, ubicaba esta problemática en relación a la curiosidad y al sufrimiento. Encuentro con su propio sentimiento de vida, sentimiento de profunda sorpresa, enigma y estupor que Stefan Zweig describía en su novela "Ardiente Saber", transmitiendo lo dramático que puede ser, para un niño, el descubrimiento de una mujer detrás de su madre. Vemos allí a un adolescente furioso, mezcla de furia y curiosidad por acercarse a ese enigma del encuentro entre un hombre y una mujer, secreto respecto del cual no tiene palabras.
Los púberes de ayer muestran lo traumático del encuentro con la alteridad del otro sexo. Pensemos en Edgar personaje del texto de Stefan Zweig, que descubre la sensualidad de su madre mujer. Manifiesta primero su interés y admiración por ese Barón de la nobleza Austríaca y luego, al percatarse que el interés del Barón está puesto en su madre, se enfrenta a descubrir el secreto que relaciona un hombre a una mujer. Él no tiene palabras y con esas no-palabras va mostrando los secretos ardientes a los cuales se empieza a enfrentar. Trabaja este enigma, esta pregunta, esta curiosidad ardiente.
Hay una escena donde esto se manifiesta con particular claridad, cuando Edgar se percata de un cambio en el aspecto de su madre y dice: "Hoy mamá tiene los labios muy rojos y debe habérselos pintado, nunca lo había hecho" Y en su relación con el Barón: "No charlan como ayer ni se ríen, parecen incómodos, como si ocultaran algo, entre ellos media un secreto que no quieren confiarme, no cejaré hasta arrancarles este terrible secreto (…)."
Stepan Zweig pone palabras a la imposibilidad de nombrar lo ardiente de un secreto en este decir: "Muchas veces lo que separa a los niños del mundo de lo que nosotros llamamos real es solo una puerta que se abre a la menor corriente de aire. Edgar se sintió de repente más cerca que nunca de lo desconocido de aquel gran secreto."
Púberes de hoy
Cuando pensamos en los púberes de hoy, en muchos casos la deuda simbólica les ha sido arrebatada y lo que prima es una reacción a todo lo imaginario que los rodea, donde los ideales no son una brújula y no hay semblantes para confrontarse.
¿Qué nos sucede con el encuentro hoy? ¿Qué sucede hoy con estos púberes prematuramente lanzados a un discurso sexualizado? Época en que nos encontramos con un discurso desfachatado, prematuramente lanzado a ciertos encuentros, pero un discurso vacío, no habitado verdaderamente por el cuerpo, por aquello que lo trastorna y lo mueve.
"La dificultad de transmitir con la que se topan los padres y docentes, esa falta de curiosidad dolorosa de los púberes, aquellos que ya no son los herederos de una transmisión y una tradición que se tejía a través de las generaciones, esta falta de referencias los arroja a una exhibición que toma su prioridad en las imágenes."[1]
Los púberes y adolescentes de hoy nos permiten pensar en diversos encuentros marcados por un rasgo singular de una modalidad perversa polimorfa. Púberes y adolescentes identificados a una posición de objeto, ofreciendo un recorte parcial. Enviar una foto con sus tetas, hacerle el pete al varón, proponerse encuentros entre varios en estados degradados. ¿Por qué llamarlos modalidades perversas polimorfas? Porque apuntan a un encuentro parcial, sin ningún lazo ni ofrecimiento de goce, sin ser tampoco una elección de goce. Las elecciones permiten generar esa búsqueda y ubicar la falta en el Otro.
Es sobre esta imagen del cuerpo que quisiera destacar, por el tipo de clínica que nos presenta hoy la adolescencia. En el momento de la pubertad la pregunta central es ¿qué se hace con ese cuerpo? La imagen tiene una función identificatoria que permite a los efectos del espejo desplegarse en su lado ilusorio y su lado mortal. Tener una imagen es hacer algo con ella. Lo que queremos precisar de estas modalidades es que evidencian una relación muy débil a las orientaciones simbólicas, encontrándonos con una clínica yoica donde brillan las relaciones especulares. No hay preguntas, la respuesta es la imagen. El juego especular de estos adolescentes es provocar la mirada, la boca, provocar al otro como objeto en forma obscena.
Lo que vemos en estos encuentros es que no hay exigencia pulsional, hay compulsión. Estos púberes no hablan de afectos, hablan del asco, que es una manera de que aparezcan los objetos caidos de la función. Así nos lo recuerda Jacques Lacan cuando dice: "objetos lanzados del campo del ego y del narcisismo, caídos de las sexualizaciones, el asco generado por la reducción del partenaire sexual a una función de realidad."[2] Fuese el pete o el pijazo.
En el uso de la imagen hay un uso con goce. Pero que en estas modalidades de encuentro estén en juego la mirada, la boca, los genitales, no quiere decir que esté en juego la pulsión. Lo que hace que el sujeto tenga un cuerpo es el uso separador de la pulsión, es el hacerse de la pulsión[3]. La pulsión está en juego en las realizaciones de la vida y del amor. Es lo que planteaba Jacques Lacan, el árbol genealógico supone una transmisión de generación en generación, pero también se fabrica en la pulsión, en el patrimonio de goce.[4]
En estos encuentros prima el autoerotismo o el autoerotismo de a dos, propio del transitivismo. No son experiencias de la pulsión, porque ellas están presentes sólo donde se pasa por los significantes del Otro, por los objetos separadores del Otro, y estas actividades no se conciben sin relación al Otro. No hay acceso al otro sexo sino por la vía de las pulsiones llamadas parciales. No se trata del encuentro con el Otro sino mediado por el objeto, que es aquello que va a fijar las marcas del erotismo en el cuerpo.
Estas modalidades perversas polimorfas implican ubicarse como objeto del otro o al otro como objeto. No hay encuentro con su ser de sujeto ni con su cuerpo. Los ideales no son una brújula, falta el velo de los semblantes.
He tomado estas modalidades porque las considero paradigmáticas de esta época en aquello que no pueden entrar en el lazo del amor y el deseo con el Otro. Se instalan en una relación especular, no hay pregunta sobre el Otro y no aparece la inconsistencia del Otro. El goce en tanto cercenado marca que algo no puede abarcar y no puede nombrar. Esta mostración gozosa los petrifica. Marcan un juego compulsivo sin una clara erotización del cuerpo propio ni el ajeno.
Estos encuentros, al no poner en juego los objetos separados del Otro y del sujeto, muestran el cortocircuito en relación a la pulsión. Cuando hay encuentro con el objeto, la pulsión pide algo. En cada caso hay algo que responde del lado del Otro, y allí puede construirse un fantasma.
Estas modalidades rompen amarras con el inconsciente, al no encontrarse con lo que falta no cae la responsabilidad sobre el yo.
Nos enfrentamos a los discursos vacíos de estos púberes, claramente no habitados por el cuerpo. Los púberes de ayer se encontraban con una tremenda inquietud por todo aquello que no se sabe. La intranquilidad de los púberes y adolescentes de hoy los confronta a la exhibición, a la obscenidad.
Los púberes de ayer transmiten ese despertar con un querer saber ardiente y doloroso. Los púberes de hoy también sufren, pero parecen indiferentes al querer saber. Ese sufrimiento se transforma en un modo de vida que intenta anestesiar lo que les sucede. Nos encontramos en la clínica con niños y niñas en una posición de personajes, con un empuje a la exhibición entre lo sexualizado y lo obsceno. Es un hablar provocador donde no está la ficción.
No hay preguntas, hay respuestas.
AME de la EOL y de la AMP, en el de Greiser, AP de la EOL y miembro de la AMP.
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