Las pasiones en los niños toman el cuerpo, mejor dicho son “el efecto de los afectos en el cuerpo”, el cuerpo queda afectado por los dichos[1], es por lo que Lacan dirá que ningún afecto y ninguna pasión puede comprenderse por fuera de la relación al significante[2]. Tomaré las tres pasiones que estamos trabajando para el IX ENAPOL.
Odio
Elena (4 años) acaba de tener su primer hermanito. En sus manifestaciones de amor al pequeño bebé se desvive en atenciones para confortarlo, darle la comida, ofrecerle sus juguetes, decirle bellas palabras. Finalmente con entusiasmo propone bañarlo en su bañera y dice “A él le va a gustar estar en el agua y yo lo voy a lavar, y a lavar, y a lavar, y a lavar hasta que desaparezca como el jabón en el agua.”
Finalmente la intención de destrucción del rival hace su aparición. El odio corresponde al deseo de muerte hacia el rival en el amor y, reprimido, el odio puede reforzar un amor intenso[3]. “El yo odia, aborrece y persigue con fines destructivos a todos los objetos que se constituyen para él en fuente de sensaciones displacenteras, indiferentemente de que le signifiquen una frustración de la satisfacción sexual o de la satisfacción de necesidades de conservación.” [4]
Cólera
Tomamos la cólera como la irrupción de un real. También está vinculada al significante y esto la diferencia de la violencia que está por fuera del síntoma por ser una falla de la represión. Pero la cólera podría desembocar en violencia si se produce un cortocircuito respecto del Otro en donde no hay palabra. Lacan nos dice que esta irrupción de real se produce en una trama simbólica en donde ‘las clavijas no entran en los agujeritos’.
La mamá de Federico (8 años) consulta preocupada por su hijo que manifiesta mucho enojo. Federico es muy inteligente y habla con mucho vocabulario, cuenta lo que le gusta, sobre todo “sus investigaciones secretas”. Se trata de sus ficciones sobre inventos químicos, rayos poderos, bunquers de protección. Luego de algunas sesiones me confiesa: “Todo lo que te conté es mentira. Si tuviera todos los poderes dominaría el mundo”. A lo que respondo que las historias han sido excelentes y corto la sesión.
En el próximo encuentro me dice: “Mi problema es que me enojo y tengo ganas de pegar. Pero no pego. Mi hermanito me molesta. Mis compañeros me burlan porque soy el más chiquito del grado. Y además quiero todo para mí y nada para mi hermano. Pero cuando él no está me voy a dormir a su cama porque lo extraño”.
A partir de aquí se despliegan otras preocupaciones, la idea de una posible separación de los padres, la muerte que puede venir a cualquier edad “¡Hasta los bebes!, ¡y hasta se puede nacer muerto!”.
Este despliegue acompañado de un movimiento en la posición de la madre que ha dejado de confrontar con su hijo para encontrar otras modalidades, una mayor presencia del padre, diluyen sus explosiones de cólera.
Indignación
Los padres de Luis (7 años) están en proceso de separación debido a una infidelidad del padre. En los dichos de cada uno, el niño aparece como un ‘botín de guerra’ de sus ajustes de cuentas, se trata de hacer pagar al otro lo que hizo.
La madre se queja. Luis es hiperactivo, agresivo, insoportable, no le hace caso a nadie y nadie lo aguanta. Ella quiere que el padre “crea lo mal que está Luis por su culpa y que acepte que tiene que tomar medicamentos para que se comporte”. Como los medicamentos no le caen bien, ha decidido suspenderlos por el momento y me deja a mí la tarea de “hacer que el padre vea esta realidad”.
Luego de algunas sesiones Luis me dirá “¿Sabes de qué sufro? Sufro con el remedio. Se me queda en la garganta y después se cae hasta la panza. No me hagas hablar que me da ganas de vomitar”. Se quejará de que la madre no lo lleva a la escuela para hacer trámites con ella y que no le da los materiales para tecnología, así se pierde todas las actividades de la escuela: “Entonces digo de todo y grito”.
No vino a sesión y me explica los motivos: “Este pibito de mi papá no me vino a buscar, viene cuando quiere”... “Mi papa me dijo que me porto mal porque tengo la sangre alocada”. Al interrogar sobre esta expresión dice que “Es como cuando uno se enjuaga la boca y se hacen buches”. De ahí sus movimientos y saltos constantes.
En este caso Luis manifiesta que su singularidad es desconocida. Vemos entonces el afecto que lo embarga cuando sus padres se encierran en sus rivalidades narcisistas. Por este mismo motivo, experimenta un dejar caer del Otro.
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