EL GÉNERO, ESO NO EX-SISTE
_Hélène Bonnaud

Tener un cuerpo es, particularmente, motivo de ansiedad en la adolescencia. De hecho, las transformaciones vinculadas a la pubertad conducen a una turbación real en la imagen del cuerpo. El cuerpo se sexualiza, uno se convierte en hombre o mujer, y se nota. Lacan, en su conferencia sobre el síntoma en Ginebra, en 1975, dijo que “el hombre está capturado por la imagen de su cuerpo. Este punto explica muchas cosas y, en primer término, el privilegio que tiene dicha imagen para él”[1]. Este fenómeno se exacerba en el momento de la adolescencia, cuando la imagen del cuerpo ya no es respaldada por la mirada amorosa de los padres. Los cambios en la imagen también corresponden a cambios internos producidos por el aumento hormonal, que pueden causar ansiedad, extrañeza, incluso angustia o, por el contrario, entusiasmo, alegría, victoria. Por lo tanto, el cuerpo es el lugar de estas transformaciones que tienen un impacto directo en el sujeto.

La sexualidad se inserta en este cuerpo. Luego, el adolescente se enfrenta a la dimensión sexual de lo que era cuando era niño y que estaba señalado en modo binario, o niña o niño. Esta determinación, que a menudo imaginamos que es irreversible, adquiere un nuevo significado. La realidad del sexo confronta a todos para estar de acuerdo con su sexo biológico, o para aceptarlo bajo ciertas condiciones de goce, o para huir de la atribución y desear otro, o ninguno. Las identificaciones que circulaban desde edad temprana se desgarran, el goce masturbatorio se enciende y a veces causa culpa y miedo a ser castigado por el Otro. Para Lacan, a diferencia de Freud, la anatomía no da la respuesta a la cuestión del sexo. Es una elección del sujeto. “Entre el lado masculino y el lado femenino, los sujetos tienen una opción”, dice en Encore. Y más tarde, lo dirá con más fuerza: “El ser sexuado no se autoriza más que por sí mismo y por algunos otros”[2].

 

Un cuerpo, eso se goza

Tener la opción de inscribirse en el lado masculino o femenino indica que la anatomía no es decisiva o al menos no es suficiente para estar seguro sobre el género. De hecho, hay múltiples formas de estar entre estas dos ocurrencias. Hoy, esto ofrece un abanico mucho más amplio donde los nuevos significantes están tratando de nombrar la forma en que el goce viste al ser sexual de algunos. La lucha de las personas trans para hacer reconocer el error que experimentan con respecto a su sexo biológico da una idea de ello. También pienso en el género neutral del que se habla mucho. En consecuencia, los adolescentes se enfrentan a estos nuevos significantes y nuevas formas de identidades de género que los cuestionan y, a veces, los despistan. Y estos nuevos significantes cubren los goces que invocan la noción de que “un cuerpo, eso goza”, según la fórmula de Lacan, a lo que agrega una condición: “No se goza sino corporeizándolo de manera significante”[3]. Esta condición indica que el cuerpo se ve afectado por el habla, que incluso es un prisionero de los significantes que le dan consistencia.

Esto solo, hace que los adolescentes sean más sensibles al discurso, como el movimiento LGBT que ofrece un lugar de reivindicación y reconocimiento de cada singularidad que puede seducir y llamar a algunos para albergar su incertidumbre subjetiva en cuanto a su preferencia sexual o su asignación de género. Estas preguntas a menudo punzantes que se hacen los adolescentes, confrontadas con los discursos que sustentan otras elecciones que no son las que corresponden a la identificación normal con sus padres del mismo sexo, forman una realidad sexual múltiple y desconocida. Una realidad que los nuevos discursos quieren identificar y hacer posible, permisible, normal y, agreguemos, sensible.

 

¿El género, una herejía?

La diferencia entre los sexos no se establece a partir de la biología, pero sigue siendo una elección del sujeto. Puede haber toda una gama de posibilidades que Lacan llamó “La noción de par coloreado” que indica que “en el sexo, no hay nada más que, yo diría, el ser de color, lo que sugiere en sí que puede haber una mujer del color de un hombre, o un hombre del color de una mujer”[4]. El color no tiene más sentido, dice Lacan, que el que se abre a todas las posibilidades. Pero para estas identificaciones recientemente propuestas en el discurso, se hace eco del hecho de que la sexualidad siempre es traumática, y en esto, los comienzos de su implementación son de gran importancia para los seres hablantes. El adolescente debe enfrentar este sexo real, que es un momento particularmente decisivo, a veces resolutivo, a veces, por el contrario, insoportable. Debido a esto, estoy tentada a escribir que hoy, la cuestión del género es obsoleta porque no hay género o, más precisamente, el género no existe…

Traducción: Alicia Dellepiane.

NOTAS

  1. Lacan J., Conférence sur le symptôme, Le bloc-notes de la psychanalyse, 1975. («Conferencia en Ginebra sobre el síntoma», en Intervenciones y textos 2, Buenos Aires, Manantial, 2da. edición 1991, p. 118).
  2. Lacan. J., Le Séminaire « Les non-dupes errent », inédit, leçon du 9 avril 1974.
  3. Lacan J., Le Séminaire, livre XX, Encore, Paris, Seuil, 1975, p.26. (El Seminario, libro 20, Aun, Paidós, 1ra. reimpresión en Argentina de 1991,p. 32)
  4. Lacan J., Le Séminaire, Livre XXIII, Le sinthome, Paris, Seuil, mars 2005, p. 116. (El Seminario, libro 23, El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 114).