EL HIJO ADOLESCENTE DE HARRY POTTER
_Gabriela Grinbaum

"Me gustaría que mi hijo comience un análisis.
¿Qué edad tiene?
23 años.
Ah, ¿podría llamarme él?
No lo va a hacer…
Ok".

Así recibo habitualmente pedidos de análisis de jóvenes.

Es el Otro que le arma la cita.

La tiranía del niño de 23, que ya ha llegado a la mayoría de edad para la ley, manda a la madre a pedir el encuentro.

"El coaching parental"[1] como lo nombra Daniel Roy.

Quizá ya está en la Universidad, quizá ya probó cuatro carreras diferentes, quizá ya consultó cinco analistas, quizá tiene novia o novio, quizá con el consentimiento de pareja abierta, quizá se la pasa en tinder o grindr, quizá pasa la noche entera en el Fortnite, quizá quiera ver a otro psi/terapeuta/psicoastrólogo, quizá es la exigencia parental dada la convivencia imposible, quizá sea la analista una más en la serie del zapping por el que transita.

Todo el brillo del Siglo XXI fue cooptado por los jóvenes..

Es algo novedoso, no ocurría en otros tiempos.

Pertenecer al grupo de los jóvenes parece el mejor lugar para estar en esta época.

Si tuviésemos que colocar en un cuadro los rasgos de quienes vienen a vernos diríamos: falta de deseo, sentirse perdidos, liviandad en las elecciones, liquidez en los lazos, desidia…

Encontramos jóvenes y adolescentes en posición infantil [2].

Marina Recalde diferencia el ser joven, de la posición joven. La posición infantil implica esperar del Otro la respuesta, que le diga qué hacer, cómo pensar, el Otro es el proveedor.

"Decime vos de qué hablo", "¿Qué tengo que decir?".

Recibimos jóvenes que esperan del Otro la respuesta.

Y en la época hay un empuje a prolongar la posición infantil.

Recibí hace poco a un muchacho de 19 años que me dijo: "Te elegí a vos porque, leí por ahí,que hacés hablar hasta a las piedras, y yo necesito que me hagan hablar".

No hay vergüenza del no saber.

El saber perdió su agalma.

Estamos en una época más atravesada por la lógica del tener que por la lógica del ser.

Y en ese punto, encuentro que un psicoanálisis que ofrece un espacio para que algo del amor suceda, implica un forzamiento respecto al lazo al Otro por la vía del amor y eso va en detrimento del tener. Si eso se produce, ya hay algo interesante. El amor es la lógica del dar lo que no se tiene.

Si el amor hace condescender el goce al deseo, contar con el dispositivo que depende del amor de transferencia implica que es una vía para tocar el goce del sujeto y permite el surgimiento del deseo.

El problema contemporáneo es cuando el síntoma con el que el sujeto llega no se ha constituído de modo clásico, no siguiendo el recorrido del saber del inconsciente, no hay el consentimiento a leer algo allí, el analista puede perderse y creer que todo es eso.

Los analistas hoy debemos hacer un esfuerzo más… es necesario que estemos aggiornados con la época, que estemos más abiertos a los nuevos modos de gozar, y que nos entusiasme el desafío de hacer de eso con lo que el sujeto trae como malestar, un síntoma analítico, es decir, analizable para que el sujeto pueda anudar el goce y que lo sintomático entre en el discurso.

El aburrimiento, la desidia, el desinterés, la falta de brújula…

¿Son síntomas?

No lo son si seguimos la lógica freudiana de la constitución del síntoma.

Sin embargo son síntomas en tantos en la autoevaluación del candidato a analizante son ubicados como aquello de lo que padecen.

Volvamos al tema de este número de la Revista Rayuela.

Hace poco se estrenó en Broadway Harry Potter y El legado maldito.

Pasaron los años, ahora es Harry Potter quien tiene un hijo adolescente: Albus.

En la primera escena de la obra se encuentra Harry Potter con su hijo. Están preparando las valijas ya que Albus partirá al día siguiente al colegio.

"Harry: ¿Te ayudo con el equipaje? A mí me encantaba hacer las maletas. Significaba que me iba a Privet Drive y volvía a Hogwarts. Y eso era… Bueno, yo sé que a ti no te encanta el colegio, pero…

Albus: Para ti es el mejor sitio del mundo. Ya lo sé. El pobre huérfano, maltratado por sus tíos Dursley…

Harry: Por favor, Albus. ¿No podríamos…?

Albus: … traumatizado por su primo Dudley, salvado por Hogwarts. Me lo sé de memoria, papá. Bla, bla, bla.

Harry: No pienso morder el anzuelo, Albus Potter.

Albus: El pobre huérfano que nos salvó a todos. Así que, en nombre de la comunidad mágica… declaro lo agradecidos que estamos por tu heroísmo. ¿Tenemos que hacer una reverencia o bastará con una inclinación de cabeza?

Harry: Por favor Albus. Yo nunca he buscado que me lo agradezcan.

Albus: Y sin embargo, mira: yo reboso agradecimiento. ¿Qué te imaginabas que pasaría? ¿Que nos abrazaríamos? ¿Qué te diría que siempre te he querido? ¿Qué? ¿Qué?

Harry: (que acaba perdiendo los estribos)

¿Sabes qué? Estoy harto que me hagas responsable de tu infelicidad. Al menos tú tienes un padre. Porque yo no lo tuve, ¿me entiendes?

Albus: ¿Y lo consideras una desgracia? Yo no.

Harry: ¿Preferirías que estuviera muerto?

Albus: ¡No! Sólo preferiría que no fueras mi padre.

Harry: (furioso)

Mira, a veces yo también preferiría que no fueras mi hijo". [3]

Hasta llegó a Harry Potter.

La crisis de la familia en la posmodernidad.

La caída del Nompre del Padre en la época implica que la autoridad, los ideales se debiliten y el deseo lleva una existencia frágil.

Los objetos a quedan sueltos y aislados.

Este ejemplo que traje hoy acá ilustra la inconsistencia de la función del padre, cuya eficacia a nivel de la castración está debilitada.

Señala Jacques-Alain Miller en "En dirección a la adolescencia"[4] que el saber que antes estaba puesto en los adultos, los padres, los educadores y era necesaria su mediación para acceder a él, está actualmente disponible automáticamente a simple demanda formulada a la máquina. El saber en el bolsillo, ya no es más el objeto del Otro.

La desorientación en las parentalidades, en muchos casos, conduce a buscar a un analista para preguntar cómo hacer, cómo arreglárselas frente a estos jóvenes que buscan ser respetados, demandan una incondicionalidad de respeto[5].

La paradoja es que es una demanda desarticulada del Otro. Es una demanda vacía porque "estaría bueno ser respetado por alguien a quien uno respeta. Pero como no se respeta nada ni a nadie, se está en déficit de respeto consigo mismo."[6]

Para terminar una indicación clínica: "Nunca infantilizar al joven, ni al niño. Más bien 'adultizarlo', dirigirse al adulto que hay en él, apostar a que no demanda más que tomar la palabra".[7]

NOTAS

  1. Roy, D. "Padres exasperados- niños terribles", Hacia la 7 Jornada del Instituto Psicoanalítico del niño.
  2. Recalde, M. Entrevista. "Jóvenes en análisis", Revista Registros, Jóvenes,Buenos Aires, p.47
  3. Tiffany y Thorne, Harry Potter y El Legado maldito, Salamandra, Barcelona, 2016, p. 49-51.
  4. Miller, J.-A. "En dirección a la adolescencia", Revista Registros Jóvenes, Buenos Aires, p 15
  5. Ibid
  6. Ibid
  7. Miller, Jacques-Alain, "Prólogo para Damasia", El adolescente actual, Unsam edita, serie Tyché, Buenos Aires, p. 12