LA PESADILLA DE UN NIÑO Y SU INTERPRETACIÓN: SACANDO A LA LUZ EL FALLO EN EL SIGNIFICADO DEL SUEÑO
_Ana Lydia Santiago

Obra: "Serie Postales de Caperucita"
Artista Visual: Valeria Feder

En la clínica con niños, hay un tipo de sueño que tiene valor de síntoma, porque es el que muy a menudo lleva a los padres a buscar tratamiento para sus hijos: es la pesadilla. Freud utilizó la expresión "sueño de angustia" en su Interpretación de los Sueños. Este tipo de sueño tiene particularidades que conciernen de manera muy especial a la relación del sujeto con el real. En primer lugar, considerando la tesis de Freud de que los sueños son la realización del deseo, las pesadillas son sueños que llevan la marca del displacer. Por otra parte, considerando la tesis de la tendencia fundamental que es el deseo de dormir, provoca el despertar.

En una de las ocasiones en que Freud presenta los sueños como realización de deseos, nos remite inicialmente a lo que puede ocurrir cuando una madre duerme[1] a su hijo o hija. En ese momento, el niño expresa multitud de deseos: quiere seguir jugando, pide otro beso, quiere ver otra cosa o escuchar la lectura de un libro. La madre satisface algunos de estos deseos y aplaza otros hasta el día siguiente, haciendo uso de su autoridad. A continuación, Freud relata la historia que contaba Baldin Groller – un popular novelista austriaco del siglo XIX – sobre el niño malo que se despertaba en mitad de la noche y gritaba: "¡Quiero el rinoceronte!". Y concluye: "Un niño mejor educado, en vez de gritar, habría soñado que jugaba con el rinoceronte". Una vez que un sueño que muestra un deseo como cumplido se cree durante el sueño, extingue el deseo y hace posible el sueño"[2].

Esta tesis de la realización del deseo en el sueño no se contradice en el sueño de angustia. Lo que ocurre en esta formación del inconsciente es que la censura misma del sueño se ve amenazada en su labor significante. Así, el sueño, que cumplía la función de realizar el deseo para evitar una interrupción del sueño, ya no puede cumplir esta función y, en su lugar, asume la otra función de poner fin rápidamente al sueño, haciendo que el soñante se despierte. En ambas situaciones cumple su función de guardián:

"Se comporta como un vigilante nocturno concienzudo que primero cumple con su deber suprimiendo los disturbios para no despertar a los habitantes de la ciudad, pero luego sigue cumpliendo con su deber por su cuenta, despertando a los habitantes si las causas de los disturbios le parecen graves y de un tipo que no puede resolver solo."[3]

En el tratamiento analítico, el punto que permite localizar la instancia del despertar es esta perturbación peligrosa en el sueño de angustia, que genera displacer. Es esto lo que apunta al inconsciente real.

En Causa y consentimiento[4], Miller afirma que el enfoque lacaniano del sueño no se contenta con destacar los mecanismos significantes del sueño, ya que es necesario vincularlos al goce. Para avanzar en este concepto, retoma el texto de Freud Formulaciones sobre los dos principios del funcionamiento psíquico (1911), en el que señala que el proceso psíquico en el que se basan las formaciones del inconsciente se rige por el "principio placer-displacer": el funcionamiento del inconsciente busca ávidamente el placer (Lust), lo que desencadena el proceso de defensa (Abwendung) para evitar el displacer (Unlust). A nivel del funcionamiento psíquico, por tanto, existe lo real que el sujeto del placer evita, y este real es el displacer, que permanece como residuo del modo de funcionamiento mismo de la experiencia del inconsciente.

De esta concepción del aparato psíquico, cuya finalidad es el placer, se deduce el falasser, que no se dedica en absoluto a la realidad exterior, porque a lo que se entrega es el goce. Esto es lo que postuló Lacan en su relectura del inconsciente en los años setenta, en Televisión, bajo la fórmula: "el inconsciente trabaja para el goce". Cuando Lacan pasa de una hipótesis estructural del inconsciente a la de un aparato cuya finalidad es el placer, abre, en mi opinión, otra perspectiva para descifrar el sueño.

Todavía en Televisión, encontramos la afirmación no tan obvia sobre el papel del desciframiento en el aparato del inconsciente, cuyo funcionamiento está al servicio del goce: "El proceso primario en el inconsciente no es algo que se cifra, sino que se descifra. Es decir: el goce mismo"[5]. Parece paradójico que el énfasis en el aspecto del goce no reste importancia al desciframiento en la experiencia del ser hablante con las formaciones del inconsciente. Miller aclara: Lacan dice que no es algo cifrado, porque no opone los términos cifrar y descifrar. El goce no está cifrado, porque no es una sustancia energética, como la concibe el saber científico, sino algo que se cifra y descifra en la interpretación. La conclusión que se puede extraer es que el goce que se asume en el proceso primario, en forma de residuo, es la materia propiamente descifrable.

En resumen, si el goce no se confunde con una pura cifra y aparece como el fin último del inconsciente, puede decirse que se descifra en la interpretación. Si el goce se descifra en la interpretación, entonces, como propone Miller, las formaciones del inconsciente se presentan como interpretación. El sueño trabaja hacia la meta del goce, según el principio del placer, generando la aparición súbita del efecto sujeto – interpretación salvaje – a través del encuentro faltante con la satisfacción pulsional. Según Lacan, el sueño es la interpretación producida por el inconsciente, y el sentido incoherente que pone en escena oníricamente es un disfraz de lo que se articula como frase. Esto es exactamente lo que se muestra en La interpretación de los sueños, donde Freud sustituye la interpretación salvaje, típica del trabajo onírico, por otra, la interpretación reflejada, que pone de manifiesto los residuos del sueño, es decir, el fracaso de la significación que connota el deseo inconsciente.

En el sueño sobre el padre que no sabía que había muerto, Freud añade al texto manifiesto: "según su deseo". Este añadido es la clave de la interpretación, ya que pone de manifiesto el fallo de los enunciados del sueño, que sitúa el mensaje no como algo que procede del soñador, sino como algo que viene de otra parte, del más allá, de dios[6]. En el caso del sueño del paciente de Ella Sharpe, este añadido procede del propio analizante, al final del relato manifiesto de su sueño[7]. Lacan muestra que el "defecto de la frase" surge de la corrección inmediata por parte del paciente del mal uso gramatical del verbo masturbar (verbo intransitivo, que en el sueño se usa transitivamente: la masturbé)[8]. Al justificarse, el soñador demuestra que se trata de masturbarse[9].

En mi experiencia clínica con niños, el relato de un sueño rara vez se produce de forma natural. Especialmente cuando lo que motiva la demanda de tratamiento son sueños de angustia, no es raro que al niño le cueste relatarlos. Suelo expresar mi interés por los sueños y preguntar por las pesadillas, respetando el tiempo necesario para que la transferencia se establezca firmemente. Aunque el niño sabe que la escena del sueño es diferente de la escena de la vida de vigilia, evita deliberadamente hablar de la pesadilla para evitar la "cosa" soñada. Esto apunta a "un desbordamiento del sueño hacia la vida real"[10]. Fue el escritor Gérard de Nerval quien utilizó esta expresión para describir el efecto de la noticia de la muerte de un ser querido en sus sueños. En un movimiento inverso, la experiencia que tiene el niño del sueño de angustia, o más exactamente, del punto del sueño que genera displacer y provoca el despertar, es la de una amenaza de que este punto se transponga a su vida de vigilia.

Una niña de cinco años vino a verme por sus pesadillas. Desde que empezaron, han aparecido otras dificultades sintomáticas: falta de concentración en la escuela, ataques de ansiedad cuando está lejos de su madre, llanto constante, pérdida de apetito. Tras algunas sesiones, consigue relatar el punto manifiesto del sueño que la despierta en mitad de la noche: es la cara de un perro con la boca abierta, que se acerca, se acerca, muy cerca de su cara y la despierta. En las sesiones, el juego que propone gira en torno a los distintos tipos de cuidados que se dan a los muñecos y marionetas. Un día, antes de entrar en la sesión, estamos en el portal de la calle y vemos una escena de un perro que gruñe y enseña los dientes a su dueño. Durante la sesión, le digo: "¿Has visto cómo enseñaba los dientes ese perro?". Ella mueve la cabeza afirmativamente. Entonces le pregunto: "¿El perro que aparece en tu pesadilla hace lo mismo?". Ella responde: "No". Después de unos minutos, añade: "En mi sueño, el perro parece enfadado". Continúa su juego con las muñecas y después de unos minutos más añade: "Como la cara de mi padre". Esta última frase puede considerarse el añadido interpretativo del sueño. No se refiere al padre de la paciente, sino a la forma en que el sujeto se ve a sí mismo capturado por la mirada del Otro. A continuación, siempre en la misma sesión, el juego se volvió más agitado. La niña pasa de una cosa a otra, organiza las muñecas y la fiesta de cumpleaños de una de ellas, peina a todas, les quita la ropa, lleva la carga de ropa al lavadero y vuelve a organizar la fiesta. Termino la sesión invitándola a hacer un dibujo antes de irme. Acepta y dibuja una caca. Debajo escribe su nombre. Le pregunto: "¿Así se llama la caca?" Entonces garabatea el nombre y rodea el objeto, diciendo que está dibujando un váter. Al lado, dibuja otro retrete con la tapa cerrada y luego, tarareando, dice lo que muchos niños dicen antes de tirar de la cadena: "¡Adiós, caca!". Da la vuelta a la página y escribe su nombre completo.

La definición que Lacan da de la pesadilla es luminosa: "El correlato de la pesadilla es el íncubo o el súcubo, ese ser que nos comprime el pecho con todo su peso opaco de goce ajeno, que nos aplasta bajo su goce"[11]. Este ser que pesa por su goce es también un ser interrogante, que se manifiesta en la dimensión de la pregunta conocida como enigma. El sujeto se enfrenta al enigma en su sueño de angustia. La adición que hace al relato manifiesto de su sueño, sustituyendo la interpretación salvaje -con su contenido metafórico y ambiguo- por la interpretación reflejada, da lugar a la falla en el significado del sueño. El dibujo de la muchacha señala que, aun así, lo que queda para el sujeto es una pregunta enigmática sobre lo que es para el Otro, una pregunta en su forma más opaca, relacionada con lo oscuro, lo desconocido. Lo real del goce impulsivo, por mucho que intentemos aprehenderlo a través del sentido, de la cadena significante, contiene una oscuridad insuperable.

NOTAS

  1. Cf. FREUD, Sigmund. "Sobre os sonhos" (1901), In Obras Completas, Rio de Janeiro: Imago, 1972, vol. V, p. 717.
  2. Idem. Grifo do autor.
  3. Idem.
  4. MILLER, Jacques-Alain. Causa y consentimiento, Buenos Aires: Paidós, 2019, p. 354.
  5. LACAN, J. "Televisão". In: Outros Escritos. Rio de Janeiro: Zahar, 2003, p. 521.
  6. Según Lacan, desde la Antigüedad hasta Aristóteles, se consideraba que el mensaje procedía de un dios, y no del soñador.
  7. Lacan dedica cinco lecciones de su Seminario 6, El deseo y su interpretación, al examen del sueño presentado por Ella Sharpe en su libro Dream Analysis: A Practical Handbook of Psychoanalysts (1937). Ella Sharpe, psicoanalista británica, fue alumna de Hans Sachs y James Glover, y fue profesora de literatura; sus artículos sobre la metáfora fueron muy apreciados por Lacan. Sobre el tema de los sueños, Lacan critica la orientación kleiniana de la interpretación y muestra sus consecuencias para la orientación del tratamiento.
  8. LACAN, Jacques. O seminário, livro 6, o desejo e sua interpretação. Rio de Janeiro: Jorge Zahar, 2016, p. 174.
  9. Lacan aísla el punto de fallo en el enunciado, lo que le permite completar la frase restableciendo los significantes elididos: Ella estaba decepcionada por no tener mi pene, o un pene, que yo pensaba que she should masturbate, e, não, I would masturbate her - ¡Que se masturbe!
  10. NERVAL, Gérard de. Aurélia ou le Rêve et la Vie (1855) Paris, Le Livre de Poche, 1999. p. 418. Citado por KORETZKY, Carolina. O despertar. Belo Horizonte: Autêntica, 2023. p. 64.
  11. LACAN, Jacques. O Seminário, livro 10, A angústia (1962-1963).Rio de Janeiro: Jorge Zahar, 2005. p. 73.