La próxima Jornada de estudio del Instituto psicoanalítico del Niño del Campo freudiano se centra en "Sueños y fantasmas en el niño"[1] invitándonos a explorar esta articulación, allí donde Freud plantea que ambos son realización de deseo y Lacan señala que los dos operan como respuestas frente a lo real que divide al sujeto. Es la oportunidad para revisar que la dialéctica que existe entre sueño y fantasma no opera de la misma forma para la neurosis que para la psicosis, aunque estamos acostumbrados a pensar en una clínica continuista a partir de la ultimísima enseñanza de Lacan.
¿Cómo leer en estos tiempos donde todo el mundo es loco, donde "todo el mundo delira o sueña sin cesar"[2], las similitudes y diferencias que se establecen entre sueño, fantasma, pesadilla, alucinación y delirio en la clínica con niños?, Miller nos advierte que no podemos limitarnos a esclarecerlas y que es importante contrariar el discurso de la ciencia para que aparezca la singularidad.
Lacan dedica gran parte del Seminario 6 para abordar la relación entre sueño y fantasma; el durmiente se protege con el sueño. Se pregunta sí las fantasías, las ensoñaciones diurnas que definen al fantasma, son lo mismo o son análogas al sueño. Lacan insiste en mostrar las diferencias entre sueño y fantasma, resalta que no son equivalentes, pero que ambos comparten como función el cumplimiento de un deseo.
Siguiendo a Lacan, el sueño y el fantasma van de la mano en la vía de constituirse como defensa contra lo real en juego y nos interesa cómo el niño lo afronta. Por ello, el sueño puede dejar abierta la vía para la construcción del fantasma, ya que hay sueños en los que el fantasma aparece y es posible pensar a partir de ahí su construcción.
Sabemos que el fantasma se construye frente al deseo, anudando real, simbólico e imaginario. El sueño como la fantasía o el fantasma, no se reduce a la conjunción de lo simbólico y lo imaginario, ya que de vez en cuando captura un trozo de real. En los sueños que garantizan el dormir, puede aparecer el objeto a ocupando un lugar central en la escena. El fantasma y su articulación con el sueño cobra valor, adquiere múltiples usos y modos de situar el deseo con relación al Otro, según haga con ellos el niño, en términos de aquello que funciona como defensa frente a lo real, permitiendo ciertos arreglos, ficciones y modulaciones.
La película Jojo Rabbit de Taika Wititi, que nos entretuvo a inicios de la pandemia en 2020, momento en que quedaba interrumpido el trabajo hacia el Congreso de la AMP "El sueño, su interpretación y su uso en la cura lacaniana" y nos ponía al trabajo de los sueños en la clínica con niños, sirve para ejemplificar las afinidades entre soñar despierto y las fantasías diurnas desplegadas por un niño de 10 años. Las escenas de la película dejan ver claramente lo que puede hacer un niño cuando lo real contingente atraviesa su vida. Se puede ver cómo se hacen presentes ensoñaciones respecto a su pertenencia en una agrupación Nazi, formando parte de las fuerzas infantiles, en la que además de estar adoctrinado por el movimiento, se fabrica un amigo imaginario; Hitler. A lo largo del film queda muy claro cómo el deseo es disfrazado y no se expresa directamente, especialmente cuando conoce a Elsa Korr, joven judía mayor que él. Este encuentro lo despierta, en un acontecimiento de cuerpo que es vivido y experimentado al sentir mariposas en el estómago que lo anotician del despertar al amor sexuado. Antes del final, un nuevo despertar le permite a Jojo separarse del Reich, cuando éste ya no le sirve más para tomar valor y coraje.
Esta película permite dar cuenta de cómo los sueños diurnos y el fantasma, haciendo uso de la cadena significante por vía de la metáfora y la metonimia, responden al enigma del deseo del Otro. Cada escena recoge palabras e imágenes con las que el protagonista se protege de lo real y del goce. Es una manera preciosa de ilustrar cómo los sueños y fantasías instauran una especie de pantalla por donde el amor atraviesa cierta porosidad, permitiendo al goce condescender al deseo.
Desde el momento en que, para Freud, los sueños son la vía regia para acceder al inconsciente, pueden ser descifrados y por lo tanto interpretados. Para Lacan el cifrado del inconsciente produce goce. Ya Freud, planteaba que lo no reconocido del sueño es un real, imposible de reconocer que se fuga del sentido. En esta perspectiva, sabemos que el sentido del sueño es un sentido sexual, que para Lacan incluye un punto de imposible, donde lo cifrado no alcanza para escribir la relación sexual que no hay.
Podemos ubicar a partir del Seminario 3,la noción del "Inconsciente a cielo abierto", lo cual lleva a Lacan a introducir una manera de pensar el inconsciente real que se da a leer sin pasar por el trabajo de desciframiento del sueño. Así que, esto llevó a Lacan a decir que lo real del inconsciente no está exclusivamente al servicio del principio de placer y el sujeto no deja de soñar aún cuando supongamos que está despierto. De esta manera, hay sueños en que lo traumático se repite, por lo que estas experiencias se ubican del lado de la pulsión de muerte.
De ahí, un agujero en lo simbólico viene al lugar de un límite. Cuando el sueño escapa a la interpretación, puede también ser un acceso al inconsciente real. Recordemos que Freud tiene agallas, para ir más allá de esa zona donde el ombligo del sueño nos acerca a un resto que no se deja interpretar.
Para el niño neurótico el sueño se produce como una formación del inconsciente, donde el deseo se satisface por la vía alucinatoria, mientras que para el niño psicótico no puede establecerse una clara distinción cuando "el sueño toma la forma de una pesadilla" y no siempre es fácil diferenciarla de la alucinación. Lacan no establece un paralelismo entre la psicosis y el sueño, sin embargo, indica que pueda existir una zona borrosa que hace difícil trazar una frontera cuando el goce reaparece en lo real, despertando al sujeto frente a lo aterrador. Haciendo esta distinción, Lacan esclarece que no toda pesadilla de repetición o sueño traumático se confunde con la psicosis.
El encuentro con lo real de la pesadilla de la que no se puede huir nos sirve para pensar que en la clínica con niños que se ubican dentro de la estructura psicótica, hay detalles y claves precisas que dan cuenta que no es posible establecer una clara diferenciación entre el despertar de la pesadilla nocturna y seguir viviendo despierto una pesadilla. Al respecto, Sonia Chiriaco introduce en la conferencia realizada en Le Courtil en el 2012 que hay momentos en los que, "en ambos casos eso habla. No sólo es que esos niños llaman pesadillas a lo que resultarán ser alucinaciones verbales, sino que también, para algunos, todo se mezcla, todo es borroso, poroso".[3]
Para retomar esta noción de porosidad entre pesadillas y alucinaciones, el caso "intercambios" presentado por Micaela Frattura en "Autismo, transferencia e invención"[4] – Ciclo internacional/La cigarra web, permite ubicar esto a detalle en la experiencia de la práctica institucional realizada en la Antenne 110. Se trata de Alicia una niña que está desde hace 3 años internada en la institución. La interviniente a medianoche la escucha llorar desconsoladamente. Ella se ubica al costado de la niña, diciéndole con tono decidido ¡Micaela está acá! Es de noche. Es el noni. Lo negro. Las estrellas. El sueño." A pesar de los sollozos Alicia canturrea "do-do" como "noni" series que repite.
Alicia para de llorar y logra dormir. La agudeza de la escucha por parte de la interviniente bajo transferencia permite leer aquello que en la noche la despertaba y que podía conducirla a la automutilación. El encuentro con Micaela, la presencia de ésta de día y de noche, sirve de apoyo para que la niña pueda refrenar el goce que irrumpe y poco a poco pueda ir indicando lo que le molesta para incluir algún punto de detención y localización.
El deseo del Otro para ubicar la relación entre el sujeto y el objeto nos aporta valiosos elementos para pensar la construcción del fantasma. El fantasma sirve de marco para hacer frente a la irrupción de ese trozo de real, pero ¿qué nos enseña la clínica de la psicosis cuando el niño no dispone del velo del fantasma y tampoco se cuenta con el recurso de establecer un límite entre el sueño y la vigilia?
Es allí donde Antonio Di Ciaccia introduce algunas directrices para esclarecer que "el fantasma no es el fantasear del paciente"[5]. Se pregunta cómo está implicado el niño psicótico cuando se trata del objeto, que al no estar separado éste, no se hace externo. Propone que, al no estar el objeto separado del cuerpo del niño, "se podrá leer la automutilación del niño psicótico como una tentativa de efectuar esa división que lo aparte de la posición de objeto del fantasma del Otro".[6]
En esta época que nombramos bajo el aforismo lacaniano de todo el mundo es loco, es decir delirante, cobran relevancia la invención, los nuevos arreglos y las ficciones con el goce y con lo real, que responden e incluyen el cuerpo. Se tiende a formular que frente a la ausencia del fantasma la construcción de un delirio opera frente a lo real, cuando no se ha construido otra defensa. Chiriaco agrega que es bajo transferencia "donde esta porosidad encuentra el lugar donde puede tomar forma y modularse".[7] Entonces, el encuentro con un analista permitirá hacer algo con el agujero y lo que cae como resto irreductible. Dejarnos enseñar por el uso del sueño y lo que concebimos como fantasma hoy en la práctica con niños, será retomado a lo largo de esta investigación que se nos propone.
Estas fantasías diurnas, fantasmas, sueños, pesadillas, alucinaciones y delirios que suelen acompañar a un niño en sus primeros años salen a relucir en sus palabras de manera genuina, aprovecharan la ocasión para desplegarlas cuando encuentren a un analista dispuesto a escucharlas.
La experiencia analítica nos permite precisar que el deseo del analista requiere ir más allá de la buena escucha, implica poder poner de su parte como supuesto saber maniobrar, es decir que hay que saber cómo nos indica Laurent cuándo funcionamos como despertador y cuándo como canción de cuna[8], según mejor convenga en la clínica con niños, que es también la del caso por caso.
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